19 "Tutorías en casa de Mateo"

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Estoy muy emocionado de conocer la casa de Mateo y a su madre. Es la última hora y sigue lloviendo, pero no torrencial como en la mañana.

Tocaron la campana y salí, me encontré con Mateo esperandome en nuestros casilleros. Estaba conversando con Marco mientras se ponía su chaqueta.

—Te mandaré las notas en la noche, ¿de acuerdo? —escuché que le dije Marco al acercarme—. Hola —me saludó cuando me vio, y sin razón aparente puso su mano en la espalda de Mateo, quien se sobresaltó y dio un pasito hacia adelante.

—Hola —le saludé... para no ser mal educado.

—Mateo, dame permiso —le pedí, tomando su brazo suavemente y poniéndolo a mi lado.

Este se corrió solito.

—Adiós Mateo —dijo finalmente Marco antes de irse mirándome no tan
... contento, se podía decir.

Metí a mí casillero los cuadernos y libros de hoy, menos los de química, y Mateo sacó el de él, y dijo que tenía una calculadora científica en su casa. Me puse mi chaqueta, desabroché el paraguas y nos pusimos en marcha a la salida.

Miré a Mateo... Es demasiado bueno para Marco, para cualquiera en realidad.

Llegamos a la salida y abrí el paraguas, Mateo se apegó de inmediato a mí y nos dirigimos al paradero lentamente, sin ninguna prisa, como si ambos quisiéramos disfrutar de la lluvia un poco. Lo miré nuevamente, y le puse el gorro de la chaqueta, él volteó a verme y sonrió. Ni en sus más profundos pensamientos creería cuánto me gusta. Lo empecé a observar detenidamente como siempre lo hago. A sus ojitos de cachorro y a sus labios carnosos, que se encontraban húmedos por la lluvia. Su rostro se me hace exótico y a la vez adorable. Me dan ganas de comérmelo a besos.

Me desesperas Mateo. Me haces desconocerme.

Llegamos a su casa, y lo primero que hice fue quedarme atónito al ver la cantidad de cerraduras que tiene la puerta de entrada—. No es muy seguro por acá —murmuró Mateo y me sonrió sin separar los labios. Yo arqueé las cejas y sonreí extrañado. Abrió la puerta, se puso a un lado y me indicó que pasara.

—Permiso —dije entrando.

—Ulalá señor francés... —rio sorprendido y lo miré rápidamente abriendo los ojos ampliamente. Mierda, me jodió.

Empecé a mirar todo. Es una casa muy linda con una aire rústico. Las paredes son de madera barnizada, un sillón grande color café oscuro con varías mantas de lana dobladas en una esquina. Lo primero que también noté fue el calor, me calenté de inmediato. Hay una estufa de leña pequeña en el lado derecho del living. Es un espacio pequeño pero acogedor, y está todo muy ordenado.

Mateo se sacó su chaqueta y la colgó en un tendedero al lado de la estufa.

—Deja tu chaqueta aquí —me dijo y me la quité—. ¿No tienes nada más mojado?

—Los zapatos, un poco.

—Yo igual —sonrió mientras colgaba mi chaqueta. Luego lo seguí hasta la cocina y me quedé en la entrada, que no tiene puerta, pero que por lo que vi alguna vez sí tuvo, ya que quedaban las bisagras en el contorno izquierdo. También es un espacio pequeño, sencillo y muy bonito, de paredes con azulejos turquesa y muebles de madera blanca.

—Mamá... —dijo Mateo suavemente al entrar. Su madre, que estaba sentada en una silla escribiendo en una agenda giró y nos miró.

—¡Hola! —dijo emocionada. Se paró subiéndose unos lentes a la cabeza y le dio un beso en la mejilla a Mateo—. Hola —me saludó amablemente, y también me dio un beso en la mejilla, tuve que agacharme un poco, ya que al igual que con Mateo, quedo bastante más alto—. Tú eres el famoso Alexis —sonrió cruzándose de brazos.¿Famoso?...

¡Tú eres mi pendejo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora