60 "Hazlo por ti"

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Sábado. Y escucho el silbido del viento afuera. Anoche la lluvia se reveló, la naturaleza demostró su fuerza y poder. El día anterior Mateo se había ido bastante tarde, no pudo quedarse.

Cuando estuvimos a punto de salir de mi casa para ir a dejarlo al paradero, lo retuve contra la puerta para comerle la boca.

Por poco conseguí que se quedara, pero logró huir de mis brazos.

(...)

Llegué a la feria del parque. Una que hacen todos los años un sábado antes de que comience el segundo semestre que termina en diciembre. Kei me había dicho que estaría en la gran gruta con los chicos, así que me encaminé para allá.

Al llegar, saludé a todos.

—¿Y Mateo? —pregunté cuando no lo ví.

—Dijo que vendría más tarde, si es que le daban permiso —me explicó Kei.

Hice una mueca y asentí.

—Ha llegado, ¡vamos a ver la feria! Por favor —dijo Angelita emocionada.

Fruncí el ceño y miré a Kei.

Boris se paró de la roca, llegó a mi lado y comenzamos a caminar hacia la entrada de la feria.

—Te estábamos esperando a ti —me explicó.

Yo asentí y sonreí.

Unidad. Amistad. Kei y Boris. Angelita... Ese pendejo que conocí en tutorías. Mi grupo. Nuestro grupo. El que miran raro en la cafetería, conformado por chicos que dicen no comprender como congenian entre sí.

Es sencillo. Nos queremos.

(Narra Mateo:)

Mis zapatillas se habían embarrado un poco y mi cabello mojado por el rocío en el aíre, haciendo que mis rizos se esfumaran al rato de salir de casa.

Había llegado a la feria, que se extendía larga hacia dentro. Debido a la grandeza y gran cantidad de personas que había recorriendo los stands de todos los tipos y colores, se me hizo muy complicado buscar a los chicos.

Finalmente, me di por vencido, diciéndome que en algún momento me toparía con ellos.

Mientras caminaba por el aserrín en el pavimento, me sentía bien. Bien en el sentido de pensar que había logrado salir de la cama por cuenta propia. Y que ese vacío y pocas ganas de nada ya no eran en lo que se resumían mis días.

Solo quería ver a los chicos y estar con ellos. Divertirme y... estar con Alexis.

Pensaba en todo lo que había pasado el día anterior en el centro comercial y después en su casa. Recordaba el dolor en mi pecho, las lágrimas derramadas... y al final su cama toda desordenada. Y pensaba también en la noche. Después de varios años, pude dormir bien, ya que me sentía seguro. Seguro al saber que la casa de al lado estaba totalmente vacía y que los monstruos que albergaban en ella ya están lejos. Puesto que se mudaron.

Pensé en Max... y en la navaja que le quité el otro día cuando evité que se autolesionara. Y con cierta extraña nostalgia, deduje que aparte de los malos recuerdos aquello sería lo único que conservaría de él.

Suspiré, y me deshice de su recuerdo sacudiendo mi cabeza, deseándole lo mejor, simplemente. Deseándole ser una mejor persona.

Llegué a un stand artesanal que nadie estaba viendo. El caballero que atendía me saludó y yo le dediqué una sonrisa. En una larga mesa sobre un mantel blanco, había hermosas figuritas de todo tipo, sobre todo de animales.

¡Tú eres mi pendejo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora