Capítulo Dieciocho

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El frío hizo que la punta de mi nariz se congele y me dificulte el respirar, lo mejor de todo es que el conjunto de Catalina en algo me servía, la bufanda era útil, y el pantalón me hacía lucir un poco más mis caderas, aunque no la tuviera muy remarcada. El corazón no paraba de latir con fuerza, el pulso en entre mis clavículas estaba descontrolado. Estaba demasiada nerviosa.

Estaba pendiente de que su auto se estacionara cerca, o esperar alguna señal, que sería su mensaje. Traje guantes para controlar el frío, aunque lleve viviendo aquí toda la vida, el frío puede ser casi insoportable, y estar aquí, a las afuera de la universidad a las seis cuarenta y siete de la mañana, es horrible.

"Preciosa, ¿Dónde estás? Ya llegué"

Su mensaje había llegado.

Levanté la mirada y allí estaba, salí de la entrada principal de la universidad e ingresé rápido a su auto. Sobé la palma de mis manos para entrar en calor, el aroma entre su perfume y el peculiar aroma de su auto se ha vuelto uno de mis favoritos.

—Buen día, princesa —no dije nada solo me acerqué a él y por instinto propio ya sabía cuales era mis intenciones. Claro, de besarlo. Ansiaba verlo, sentir sus cálidos labios encima de los fríos labios que tenía—. ¿Lista? —asiento, con los nervios de punta. El carro arranca y mi respiración se acelera mucho más—. ¿Si viniste desayunando?

Me quedé callada, había olvidado desayunar. ¿Cómo es posible? De la emoción y nerviosismo se me olvidó desayunar.

—Si —miento, miro los autos que pasamos por la calle.

—¿Sabías que no sabes mentir? —ruedo los ojos—. Te vas a enfermar si no desayunas. Creo que a veces ni almuerzas.

—Lo olvidé —contesto, con voz de niña pequeña.

Lo miro y niega con la cabeza, está serio y sé que no le gusta que tampoco llegue a la universidad sin comer, así como ir al trabajo sin desayunar.

De inmediato se estacionó en una gasolinera, creí que iba a poner gasolina, pero no fue así.

—Vamos, hay que alimentar a la princesa.

Me comencé a sonrojar y bajé del auto.

Aunque lleve ropa normal para el frío yo lo podía ver como el más guapo de todos, y lo podía seguir viendo así hasta que mis ojos se gasten.

Había una cafetería acogedora y un ambiente cálido, el aroma de café tomó el segundo lugar luego del perfume de Gael. Me acerque a la vitrina del lugar y había cualquier variedad de desayunos express.

—¿Vas a desayunar? —pregunté.

—Yo si vine desayunando. ¿Qué prefieres? Un café, un capuchino...

—El capuchino está bien.

—¿De qué sabor? —la primera vez que iba a probar un capuchino y resulta que tienen sabores, Gael sabía que no tenía ni idea de lo que me estaba preguntando así que decide explicarme mejor—. Los capuchinos son del sabor que tu prefieras, chocolate, caramelo, vainilla...

—Vainilla —lo interrumpo—. Solo eso.

No quiero que gaste más.

—¿Solo eso? —alza una de sus hermosas cejas y asiento. Su mano se apodera de mi cintura y me encanta que lo haga para acercarme a él, deja un beso en mi cabello y vuelve a hablar—. No, vas a desayunar bien, quien sabe a qué hora comemos cuando estemos allá y... allá también te comerás todo.

No le importa que la gente nos vea, igual no creo que aparentamos ser de edades distintas, él no parece de treinta y ocho ni yo de veinte. Podría verlo hablar y como se mueve su perfecta mandíbula muy bien afeitada y me seguía fascinando, los niveles suben con cada expresión nueva que haga

Te Vas A Enamorar De ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora