Capítulo Cuarenta

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A pesar del poco tiempo que llevo con Gael, me sigo sorprendiendo de los cambios drásticos que transforma un rostro sensible y tierno a uno severo y rígido.

—No quería interrumpir, pero me dijeron que aquí lo podía encontrar —volvió a hablar la chica, que también es mi compañera en ciertas asignaturas.

—Si, en un momento, quiero terminar algo pequeño y la llamo para solucionar lo que tenga pendiente —resuelve Gael.

Yo estaba quieta, como si me hubieran dicho «congelada»

—No me agrada tu oficina —susurré entre sonrisa.

—Pero pasamos tiempos muy gratos aquí o me equivoco —dentro de ese susurro había una voz juguetona y divertida que me hacia entender esa referencia—, espérame unos minutos en los asientos de la entrada mientras hablo con Pavlov.

Asiento, no tenía que protestar, se notaba que ella quería comentar algo delicado puesto que si no fuera así tranquilamente lo hubiera dicho en mi presencia.

Caminé hacia la puerta donde da entrada a la primera puerta de la oficina y los asientos donde ella se encontraba sentada, preocupada.

Me senté junto con ella, no la conocía del todo, solo de apellido y que en ciertos aspectos vende cosméticos.

—¿Está de buen humor? —me preguntó, llevó el pulgar a su boca con intención de mordisquear su uña.

—Ahora lo está —confirmé—. ¿Qué tienes? Te ves, angustiada.

Ella suelta un suspiro comprimido, pero aun así la preocupación no abandona su rostro.

—Tuve unos problemas familiares que me afectaron en el rendimiento académico con él —vuelve a suspirar—, pronto será el final del parcial y me afectará mucho para el siguiente nivel. Tengo miedo de solo hablarle y que no me comprenda. Que me eche de su oficina.

Negué con la cabeza dejando mi mano sobre su hombro.

Ella pareció más calmada, lo que esté pasando en su casa si le está afectando, sus ojos cristalizados lo expresan que me siento mal por eso.

—No, él no es así, es un gran docente, entenderá tu situación si se la explicas detalladamente —dije—, sabe escuchar y te ayudará mucho para que no bajes tu rendimiento. Y si no funciona, intervengo por ti si es necesario.

Recostó su cabeza en el regazo de los asientos, tenía su cuerpo desparpajado, como si de un globo se trata y ahora esté desinflándose.

—¿Por qué estás aquí? —inquirió, mirando confundida—. Incluso me hablas como si lo conocieras tan bien.

Trague duro, no había medido las palabras que estaba utilizando con ella. Que era una desconocida para le hablaba con toda la confianza del mundo acerca de nuestro profesor.

¡Maldición, Galia!

Mi mente trabajaba a mil por una simple respuesta, una que sea convincente, porque sé que, aunque no me conozca no dudo mucho que lo comente con los demás.

Una mentira. Solo di una mentira más.

—Lo conozco bien porque es parte de mi familia —repuse con toda la seguridad del mundo que hasta yo misma me sorprendo—, pero, no nos conocíamos hasta en una reunión de familia donde lo vi y supe que es hijo de la que es ahora esposa de un tío, por eso no tenemos el mismo apellido.

—¿En serio? —dijo con asombro—, debe ser increíble tenerlo a él como profesor y que sea parte de tu familia.

Asentía a todo lo que decía con una sonrisa más falsa que el alisado de mi cabello.

Te Vas A Enamorar De ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora