Capítulo Treinta

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Recogí mis pies para hacerme más pequeña en los asientos traseros del auto de Hendrick. Catalina se reía al ver todos mis gestos de sufrimiento e incomodidad por este momento. Éramos dos mujeres con ropa interior recién comprar, no, ropa interior no, lencería candente recién comprada en bolsas de plásticos en un auto con cuatro chicos. Mi hermano, que con un brazo sostiene a Catalina por los hombros, ella recostada sobre su pecho, ruedo los ojos al verlo, pero por dentro es una de mis mejores imágenes románticas que cualquier mujer quisiera que la traten así. Gerson, en el asiento copiloto haciendo cualquier tipo de comentario a quien conduce, y a lado mío otro de sus hermanos, Rubén, que veía la bolsa que llevaba en mis manos, de repente también nos cruzábamos las miradas.

—¿Compraron lo necesario? —pregunta mi hermano.

—Claro, mucho más que lo necesario —comenta Catalina viéndome al otro lado—. ¿Te quedas conmigo en mi casa?

Emilio me mira antes de responderle a Catalina que estoy segura le está dando de esas miradas poderosas para que acepte.

—Pero luego me tengo que regresar a la mía.

Ella asiente encantada como niña de cinco años y vuelve a enrollarse entre sus brazos.

Cuando una mujer está en sus días un hombre tiene que ser lo más cariñoso y consentidor posible, son los días donde necesitamos más atención que otros, e incluso debe soportar los días premenstruales que son los más peligrosos del mes, una mujer irritada por minutos, infantil, sensible y con antojos. Peor si el día que llega Andrés, trae sorpresas como los cólicos donde el hombre debe entender todo al pie de la letra de lo que le digamos de otro modo debe lidiar con una mujer llena de enojo por todo ese día.

Miré al retrovisor encontrándome con los ojos cafés de Hendrick, me estudiaban con profundidad, y entendía también porque a veces Gerson suele ser tan entrometido, ya es cosa de hermanos.

Con respecto de la ropa femenina íntima que habíamos comprado con Catalina y que él estuviera en esa parte del lugar entre muchos interiores y maniquís de mujeres era porque "buscaba" una asistente del local para que lo ayude a encontrar boxérs trunk para su talla, encontrándonos a nosotras en medio de tantas elecciones, incluso visualizando los tipos de prendas que llevaba en el brazo, porque su mirada cayó de inmediato a ellos, y no quiero ni pensar que es lo que se cruzaría en esa mente al verlos. Jamás quise mirar más allá de lo que me podía ver entre los caminos que hacía Catalina, no sabía que también se encontraban interiores para hombres.

El auto se detiene al frente de mi casa, bajo del auto entendiendo entre movimientos de cabezas de Emilio para decirle a mamá la razón del porque él no llegó conmigo.

—Hasta luego, Galia —dijo Gerson, me mientras miraba sin dejar de reírse.

Apreté mi mandíbula haciendo sonar mis muelas acomodándome las dos fundas y pensando cómo se lo diré a mi mamá que he comprado este tipo de ropa interior. Entiendo que tengo veinte años, pero pegaría el grito al cielo con solo verlos.

—Si, hasta luego —tiré de la puerta y me metí en la casa—. ¡Llegué! ¡Emilio fue a dejar a Catalina a su casa, má! —grité.

Mi mamá en lo profundo de la cocina solo respondió con un «está bien» así que corrí por las escaleras para encerrarme en mi cuarto, dejar las bolsitas debajo de mi cama y disimular que nada aquí ha pasado.

Revisé el correo que había enviado Gael, era tal como me lo había descrito en su oficina, también revisé los nombres a quienes eran enviados, no conocía a ninguna de esas chicas, pero trataremos de hacer lo mejor para que al menos aquí las cosas me salgan bien. Que sepa que tiene una novia inteligente. Tengo tiempo hasta esa fecha para poder estudiar un poco más acerca del tema del proyecto, investigar o repasar algún tema que no recuerde bien.

Te Vas A Enamorar De ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora