Te Vas A Enamorar De Él

Capítulo Cincuenta y Dos

No hice más que derrumbarme en mi cama, sin hacer ningún ruido, dejé caer mi celular al suelo sin causarle daño, solo me quedé ahí, tratando de respirar, tratando de comprender todo lo que me cae encima.

La presión en el pecho me vuelve vulnerable, siento que pierdo todas mis fuerzas, mis sueños y metas cada vez las siento más lejos, el insomnio ha regresado con mayor fuerza. Me aíslo en mis propios pensamientos que siento como algo cálido brota de mis ojos y se vuelve frío rápidamente hasta desaparecer entre las sábanas.

Quiero desaparecer este sentimiento y presión en mi pecho, quiero dejar de arrastrar mis problemas, quiero dejar a un lado todo este peso, dejar de estar cansada; quiero regresar al inicio, cambiarlo absolutamente todo para no sentirme como me siento ahora.

Escuché la puerta abrirse, sequé mis mejillas y cerré los ojos con una mano casi tocando el suelo.

—No, no te hagas la dormida, se muy bien que estás despierta —suspiré entre cortado al escuchar como se acercaba—. Tal vez te anime un poco un batido de frutillas.

El sonido de la copa al tocar la madera de mi pequeña cómoda no me provocaba la misma emoción que antes, el aroma a recién hecho no me transmitía nada.

Mi madrina acomodó una parte de mi cabello detrás de mi oreja. Su tacto me tranquilizó enseguida, era como estarla esperando, me sonrió de una manera tan tierna que solo conseguí ahogarme más por tener un aspecto tan desagradable, intenté transmitir que estaba bien, que no tenía que preocuparse por nada, lo que conseguí fue hacer una mueca con mis labios por una sonrisa.

—No es algo que se pueda solucionar con un batido de frutillas.

—Hay muchas cosas que no están al alcance de nuestras manos, pero si al alcance una lágrima —dijo, sin disminuir su voz almibarada y sin dejar de acariciar mi hombro frío—. Llorar, es una terapia que los valientes acuden cuando ya no saben dónde caer por todo lo que van soportando. Encuentran alivio y descargas tensiones, te comienzas a encontrar a ti misma. Así que no te culpes por hacerlo, llora todo lo que sea necesario para curarte, para renacer.

Me acomodé sobre mi cabeza para mirarla con mis ojos cristalizados.

—Ya no sé, que sentir —hablé entre sollozos—. Solo, quiero que todo lo que siento desaparezca, volver a ser yo, la de antes.

—¿La que vestía ropa negra para todo? —inquirió—, porque en aquella tampoco vi la felicidad que contenía en tus ojos, el brillo que comenzaste a formar. Tienes que entender que todos llegamos a la vida de alguien a cumplir tres propósitos; para ser más valientes, para ser más arrogantes o para destruirnos. Lo que consigues es demostrarle a todos lo derrotada que estás, que ellos están ganando; es permitido descansar, es entendible toda la tormenta que llevas y que a nadie quieres contar, pero es mucho más sano desear salir del hueco profundo a donde te han lanzado, es momento de levantarse.

—¿Qué debo hacer cuando lo haga? ­—pregunté, con mi respiración irregularizada—. No puedo confiar en mi propia sombra porque hasta en la oscuridad me abandona.

—Estás en la mejor etapa de tu vida, estás justo en el camino correcto, todo lo que vives son aprendizajes; en detallar quien cree en ti sin dudarlo, quien te miente mientras te sonríe, en saber quien eres tú.

—Que maneras más horribles de aprender —me quejé.

Ella sonrió al ver como acepté el batido que había preparado para mí.

—Son solo etapas, cada año son diferentes, pero las hay —explicó, arrastrando la caja que guardaba debajo de mi cama—. Cuando eres niño y tienes toda la energía de correr, tropiezas, te lastimas las rodillas, pero eso no impide que vuelvas a correr, incluso decides hacerlo con más cuidado porque ya sabes con que puedes tropezar. Lo que, te muestra esta estación, es que te des cuenta en quien confiar y evitar a los que te perjudican y te lastiman, a esas personas que no suman en tu vida no tienen porque permanecer en tu camino.