Capítulo Treinta y Tres

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Después de haber recogido cada pedacito de mi corazón para marcharme del laboratorio, tenía la impresión de no querer volver allí por mucho tiempo. Tampoco puse mucha atención a la clase.

Todas sus palabras resonaban en mi cabeza entrando y saliendo de mis oídos causando grandes estragos desde mi garganta hasta mi pecho.

Tenía tantas ganas de regresar a mi casa en vez de estar aquí sentada con Gerson hablando de lo chistoso que se veían Efraín, Vianey juntos en la actividad de la clase y como Mailen seguía comiendo productos alto en grasa.

Para la mañana del sábado, me sentía ansiosa y sin ganas de querer salir de la casa, tenía un plan con Gael, que por fortuna, había notado mi estado de ánimo pero no quiso seguir con el tema de saber qué es lo que verdaderamente me pasaba, ya lo sabía, no había que ser un genio para interpretar hasta mi manera de escribir. Decliné ir al cine con él.

¿Se imaginan que tan mal estaba para rechazar ir al cine? ¿No comer hot dog con mucha salsa y papitas crujientes? Estaba mal.

Recogí mi cabello en un moño alto, pero tenía uno que otro cabello que caía por detrás y delante de mis orejas.

Aun sentía ese ardor inexplicable en el pecho, como un simple vacío que ahora ardía sin detenerse. Aunque esto lo había sentido muchas veces, ya debería estar acostumbrada cuando algo así este por venir, pero parece que el corazón aún no tiene una experiencia calificada para lograrlo.

Me había adelantado a muchos hechos que creí que tenían el mismo peso de valor para él.

Luego de estar en tantos lugares inestables había sentido que ya había llegado el momento correcto cuando lo conocí, que me demostraba que es el amor realmente, sin control, sin tanta toxicidad en el ambiente, solo éramos él y yo y eso estaba bien. Estaba muy bien.

Pero como a muchos sentimientos de igualdad anteriormente, este es uno de los que no me hizo llorar, todo estaba reprimido, todo se había quedado plasmado, en silencio. Una pena vacía, tranquila, localizada dentro del pecho que te hace dudar de quien fuiste y quién eres ahora.

Después de tanto, ya no quiero darme la vuelta, quiero que siga siendo él quien vea lo más frágil de mí, lo más gracioso que me puede pasar tras los días, quiero que sean sus ojos lo que me sigan mirando y sean sus manos las únicas que me sigan acariciando.

Y eso es lo que duele. Porque lo quiero.

—¿Segura que todo está bien? —me pregunta Catalina, mezclo un poco más de chispas de chocolate y asiento con una cuchara en mi boca mientras seguía batiendo. Movía lo que más podía mi mano para que la mezcla quede homogénea, el olor a vainilla, chocolate, café y mangar se comenzaba a salir de la cocina—. Hace mucho que no haces ese tipo de cosas. Estás preparando demasiados.

—Es para todos no solo para que te los comas tu sola —contesté, dejé la cuchara en su lugar, es el sabor que esperaba—. Pero quería saber si aún no perdía el toque en los postres que se hacer.

—Aun no creo que no hayas estudiado repostería —me encogí de hombros—, es decir, ¡mira esto, son riquísimos! Puedo confesar que ya los extrañaba —da otro mordisco al cupcake de vainilla haciendo sonidos con los ojos cerrados y profundizándose en el mundo del sabor—, huelen deliciosos. Y parece que si te agradó mi regalo de cumpleaños —puntualizó señalando todas las cosas de repostería que hacía en la cocina, mesa y mesón.

—Pues, ya ves que sí.

Mi voz sonaba triste, por más esfuerzo que le daba a la situación no podía siquiera disimular.

—Ya tengo que ir pensando para tu próximo regalo, tu cumpleaños es dentro de cuatro meses —puede que si haya escuchado la palabra regalo en otras circunstancias estuviera saltando de euforia, pero justo ahora no provocaba nada—, no te lo he preguntado ¿Cuándo es el cumpleaños de Gael? Me imagino que tienes ya algo en mente.

Te Vas A Enamorar De ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora