Capítulo Treinta y Nueve

416 32 4
                                    

Reconocía el aroma a alcohol, mi garganta estaba seca y me urgía un vaso de agua. Pero había una complicación, no tenía las fuerzas ni para levantar mis parpados.

Comencé a emitir sonidos al sentir que mis codos chocaban con algo alrededor de la cama.

—No, no, Galia, tranquila estoy aquí —la voz de mi mamá me hizo tranquilizarme de inmediato, no estaba sola—, tranquila, ya pasó ¿reconoces quién soy?

Hice un sonido con mi lengua para poder pronunciar, pero me sentía tan cansada que no reunía las fuerzas necesarias. Recurrí a solo asentir, ella entendió mi mensaje acariciando mi rostro con sus manos cálidas.

Separé mis parpados lentamente, se veían la poca fuerza que tenían puesto que temblaban cuando intentaba ver.

—¿Qué, pasó? —mi voz sonaba áspera y reseca.

Los ojos de mi mamá se veían hinchados, cansados y cristalizados. ¿Qué demonios había pasado?

Por la puerta aparecieron mi hermano y un hombre moreno con un mandil blanco, era el médico. Estoy en un hospital, ya me lo decía esas paredes blancas y el catéter insertado en mi brazo.

Vi una gasa en el interior de mi antebrazo un poco más debajo de donde estaba el catéter.

—Que bien, ya despertaste —el médico se acerca para examinar mis pupilas, parecía que esa luz traspasaba mis ojos—, no hay midriasis, anisocoria. Todo parece estar bien.

Cerré mis ojos con fuerza cuando alejó esa terrible luz de mis ojos y los miré con pánico.

—¿Me acabo de despertar de un coma de nueve años?

Sentía mi cabeza latir en toda mi parte posterior, como si mi columna ya no resistiera sostenerla, me sentía débil.

—Te diste un golpe fuerte en la cabeza por el desmayo —frunzo mis cejas, el médico sabía que no estaba teniendo ni idea de lo que estaba hablando—, hicimos una resonancia magnética para ver el grado del golpe que, por fortuna, no fue nada grave.

—¡Gracias a Dios! —exclama mi mamá, mientras sostiene mi mano con fuerza.

—El examen de sangre que te hicimos reflejó una bacteria, localizada en tu estómago —explicó el médico—, Helicobacter pylori, por lo que también te hicimos un eco abdominal, tienes tan avanzada la infección que la gastritis comenzó a desarrollar una ulcera en tu estómago.

Solté una sonrisa en medio de un bufido.

—Y yo creyendo que eran las mariposas porque estaba enamorada —susurré.

—La buena noticia —miró a mi mamá, tenía una cara horrorizada como si me hubieran dado sentencia de muerte—, es que es reciente esa ulcera, con el tratamiento que te daremos y la interconsulta al nutriólogo te recuperarás pronto. Muchos pacientes de tu edad son muy comunes que la desarrollen en gran cantidad, puede ser por preocupación, estrés, desordenes de horas para alimentarse...

—¿Por qué tengo estos aparatos extraños en mi pecho? —pregunté, en toda la explicación llevaba un buen rato mirando los cables que partían desde mi pecho hasta un aparato como televisor de color azul—, yo no sufro del corazón.

—El marcapasos nos ayudará a verificar como están los latidos de tu corazón —me explica—, cuando llegaste también tenías una presión baja, te hicimos un cardiograma...

—Ya dígame que me voy a morir, es más simple.

—¡Galia! —me riñe mi mamá.

—No se va a morir, Galia —yo seguía viendo los conectores, me inquietaban—, pero debido a la gastritis, y la hipotensión también tendrás una interconsulta al cardiólogo ya que no fueron valores normales.

Te Vas A Enamorar De ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora