Capítulo Cuarenta y Ocho

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Mis amigas estaban a punto de estrellar mi rostro con el pavimento del estacionamiento, sus pasos eran lentos y hasta podía casi escuchar sus susurros de la mala idea que acabaron de aceptar, pero ellas prometieron que estarían conmigo para las que sea, y para las que sea, son las que sea, como ahora.

Así que si quisiera ocultar un cadáver sería a ellas a quien llame para dar el crimen por terminado. Sería a ellas a quien llame para cuando esté dándome la buena vida en la casa de playa cuando tenga mis treinta y siete, tomando cócteles y riéndonos de nuestras anécdotas cuando teníamos nuestros veinte.

—No entiendo ¿te trata tan cortante como si no fueras nadie en su vida y le haces este tipo de cosas? —se queja Lau—, a mi nunca me hiciste cupcakes, ¡me lo vendías!

Karla se reserva su ataque y solo se limita en rodar los ojos y en darme la caja que le pedí para guardar mi taza favorita.

Soy la líder del masoquismo, pero este es mi penúltimo intento, no digo último, pero si casi el final de mis intentos. La tarde de ayer me tomé la molestia de comprar los materiales que necesitaba para comenzar a hacer los cupcakes que tenía en mente, el domingo es su cumpleaños y este es el último día que puedo estar en la universidad, sin necesidad de reunirme con él en otro lugar. Todo el estrés se vio reflejados en los dos moldes que desperdicié; la primera mezcla la dañé con salsa china en vez de la esencia de vainilla, la segunda justo en el horno había recordado que no mezclé la harina con el polvo de hornear.

Así que no quedaron tan bonitos...

Me tocó señalar con un visto todo lo que integraba, coloque con dedicación cada capacillo en el molde, miraba gradualmente la cantidad justa para que no sobresalgan de su contenido, traté de pensar lo más positivo que podía o la mezcla se arruinaría de nuevo. Me llevó cerca de la madrugada de hoy terminar todo. Conseguir los separadores de cupcakes para que no se me junten en el metro jamás me resultó tan complicado.

Le puse mi mejor dedicación mientras mi mamá, mi hermana y Catalina disfrutaban los no muy bonitos que recién salían del horno.

Esta vez no mentí, no le dije que tenía un pedido por entregar, tampoco le dije que sería para Laura porque simplemente se le antojó, lo hacia porque mi profesor favorito estaba de cumpleaños el domingo. No hacia falta darle más explicaciones, al menos mi mamá sabía lo que ese profesor estaba ocasionando en los sentimientos de su hija, sobre todo porque le estaba haciendo cupcakes cuando ella no se lo hace a nadie al menos que le nazca hacerlo.

Entre los anaqueles de mi casa busqué mi taza favorita, esa que había comprado hace seis meses porque tengo en mente conocer Inglaterra en un tiempo cerca después de mi graduación, justo tenía unas imágenes que describían a Inglaterra, Londres. Extrañaré tomar de todo en ella, pero ahora estaría entre los vasos de él.

Así que no solo fue una mezcla simple, no fue una taza cualquiera; fue mi tiempo, mi dedicación y mi recuerdo para que estuviera con él, fue algo mío. Aunque no le guste el dulce.

—¡Aparte tiene frosting y fondant! —Lau vuelve a gimotear sin quitarle los ojos a los dulces que tiene entre las manos—, si no le encantan es un completo imbécil y lo odiaré toda la vida ¡te lo juro!

—Rompería el récord de los imbéciles —dijo Karla, terminando de poner el pompón sobre la caja, había buscado en you tube como hacer pompones, realmente me dormí sumamente tarde—, no soy de las que dice que algo será una mala idea, pero... esto es una mala idea.

—Ni siquiera lo veré —musité—, será rápido y sencillo.

—No me refiero a eso. Quiero decir, ni siquiera va a saber que es tu taza favorita, tampoco sabrá el amor que le pusiste al hornear esos cupcakes y el decorado que tiene encima —explica Karla, parece molesta—, ¿crees que los comerá?

Te Vas A Enamorar De ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora