Capítulo Cuarenta y Cinco

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Ya estábamos camino a nuestro destino, en la camioneta del... no sé qué sea de mi tía. Aun no están casado, pero tampoco son novios, ni están pensando en comprometerse; lo singular de ellos es la manera de estar juntos, se nota de lejos la química que fluye, pero sin ataduras. A pesar de que tengan un hijo y que él sea mayor que mi tía, no se discute la manera inescrutable de quererse a su manera.

El pequeño Chase viaja en medio de los asientos posteriores de la camioneta, del otro lado está mi hermana dormida con los audífonos encendidos parpadeando. Lleva puesto un abrigo de cuero con una capucha que llevaba mucho pelo de perro, bueno es lo que parecía, pero en realidad no lo era, así es el estilo.

Yo opté por un mismo abrigo así pero largo hasta mis muslos que mi mamá me había regalado hace dos inviernos atrás con unos zapatos converse amarillos que había dejado de utilizar desde que cumplí los dieciocho años. Es una mala combinación, pero no vería a nadie en especial y mi depresión seguía intacta, más cuando me ahogaba en las reproducciones de músicas tristes.

Si no duele, no sirve.

Tenía elaborada a una Galia en cada uno de mis hombros, una vestida de ángel y la otra toda endiablada por el mensaje de Gael.

La de ángel me susurraba que:

—¡Es magnifico! viajó todo el día y la noche que al solo momento de llegar a Londres te llamó para que seas la primera. Eres importante para él. Si te quiere. Respóndele y explícale la razón por la cual no lograste contestar, tal vez y se logren arreglar las cosas.

La que viste de diabla, con una cola y su punta una flecha, me susurraba lo contrario:

—¡Es increíble! Solo pensó en escribirte para asegurarse de que aun te tiene bailando en la palma de su mano. No le contestes, ten tu dignidad, guárdala y olvídalo. No te engañes pensando en que te extraña, porque si fuera así no te hubiera dejado ir tan fácilmente.

Y luego estaba yo. Indecisa, con el corazón descontrolado por la Galia vestida de ángel y mi cerebro festejando a la Galia vestida de diabla.

Volví a sentir mi celular vibrar, de nuevo era él. Solo bastó un día entero para saber como me puedo sentir cuando no recibo noticias de él. Cuando acepto decisiones que no puedo cambiar.

Hace algunas horas que lo había dejado en leído, quería ignorarlo y que haya valido la pena el corte de mi cabello y el tinturado. ¿Cómo lo logro si estoy viajando con algo de él? Soy una vergüenza para mi especie.

¡Porque, sí! ¡Me traje el anillo! Aun no me siento preparada para dejarlo más de cinco días en mi casa ganando telarañas.

Revisé de nuevo los mensajes y estaba él en una fotografía, sonrío al verlo, por unos segundos ya no sentía ese mismo vacío de todo el día, la vida pesaba un poco menos, pude confirmar que se le ha olvidado ver a la cámara, le había enseñado que cuando se vaya a tomar una selfie debe mirar siempre a la cámara no a la pantalla. Su cabello estaba tan bien peinado que me provocaba acariciarlo, sus labios estaban tan pronunciados con un rosado casi intenso, podía visualizar tan bien como le comenzaba a crecer la barba y las veces que lo había besado cuando no la rasuraba. Tenía un abrigo negro igual que el mío y vestía de rojo.

Porque al final ese es nuestro color favorito.

"Hace mucho frío aquí" —escribió.

Me hormiguean las manos por escribirle, miro por la ventana para distraerme un poco, pero vuelve a escribir y estoy cayendo en el pecado.

—No te dejes conmover, si caes lo hará muchas veces más —recomendó la Galia diabla.

—Pero si no lo haces, no sabrás si en el fondo podrán estar juntos de nuevo, si te escribe es porque algo lo inquieta y no te quiere lejos de él —murmuró la Galia ángel, casi arrastrándome en el melifluo de sus palabras.

Te Vas A Enamorar De ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora