Epílogo

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En todo el auditorio hay acerca de unas doscientas personas entres padres de familias, familia de la familia, entre profesores y alumnos que acaban de culminar su etapa más importante de para emprender en el lado laboral y profesional, pero entre todas ellas lo encuentro a él y, aunque parece solo un reflejo vago de mi mente, por instantes pienso que tropieza con mi mirada, que me sonríe.

En algún momento habíamos hablado acerca de como vestiremos para cuando llegue el día tan esperado para ambos y que él estaría en primera fila esperando por su enamorada recién graduada de la universidad.

Hoy, soy una química farmacéutica.

Y él cumplió su promesa, aunque no esté conmigo.

Sonreí entre todas las personas que me rodeaban solo para visualizarlo a lo lejos, quieto y feliz de ver a sus alumnos graduarse. Su cabello estaba un poco más largo de como sabía utilizarlo, su mandíbula parecía seda y me placía acariciarla para sentir que tan suave está.


—Debe ser algo con lo que podamos combinar para cuando llegue el día —hablé entusiasmada, mientras él conducía—. La toga, la esclavina, el birrete y la borla, siempre son de colores tradicionales, azul marino y amarillo mostaza. ¿Qué podrías ponerte para ese día?

—Preciosa, faltan dos años para ese día, cuando estemos cerca del final comenzaré a pensar —respondió girando a la izquierda, es que hasta para girar se ve tan atractivo.

—No quieres —hice pucheros y me crucé de brazos para mirar más allá de la ventana.

Soltó un suspiro, me regodeé por debajo tratando de no reírme.

—Una leva color azul marino —su mano de coloca de nuevo en mi muslo, amo cuando lo hace—, pantalón color crema, cinturón y zapatos color café tawny con una camisa rosada.

—¡No! Rosada no, blanca.

Ladeó varias veces su cabeza hasta que me dio la razón:

—Bueno, blanca —rodó los ojos—. ¿Contenta?

—Todavía no.

Me da una mirada cómplice sabiendo a lo que me refiero.


Está igual a como lo había imaginado, aun estando lejos, en el mismo lugar, él sigue siendo el dueño de cada vibración que provoca su mirada al encontrarse con la mía. Nada se ha esfumado, nada se ha desvanecido, todo está tan fuerte como cuando era mi profesor. Aunque varias veces pensé que lo había superado y que, por el tiempo que no nos veíamos todo se borraría, me seguía equivocando.

Seguía tan enamorada de él que, aunque esté por su lado y yo por mío, el rubor en mis mejillas lo hace evidente.

Tal vez, no era el indicado.

Tal vez, solo no era el tiempo correcto.

Tal vez, no debimos cruzar nuestros caminos.

Tal vez, nunca debí escribir mi número en esa hoja.

Tal vez, nunca debí fijarme en él.

Solo tal vez, si hubiera evitado a tiempo todo, no me doliera tanto el haberme alejado de él.

—Felicidades a la nueva Química Farmacéutica de Rusia —sonreí al encontrarme con mi madrina, masajeó mis mejillas varias veces como lo hacía de pequeña y me abrazó, pero, aun así, no me sentía completa—. Pero no luces radiante como pensé.

Te Vas A Enamorar De ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora