Capítulo 4

92 13 4
                                    


Volví al palier del edificio, pero esta vez me dirigí directamente hacia uno de los ascensores. En pocos segundos estuve en el séptimo piso, el edificio estaba en silencio ya que debería ser como las once de la noche.

Cuando entre a mi departamento, pude escuchar una música suave, esa que tanto me gustaba y que siempre ponía cuando quería relajarme y descansar. Norah Jones con su dulce voz entonaba uno de mis blues favoritos.

El aroma que provenía de la cocina era exquisito, una mezcla de salsa de tomate y especias, algo que Marcos sabía cocinar muy bien y se había convertido en mi plato favorito.

El living estaba en penumbras, solo iluminado por una lámpara cerca del ventanal que daba al balcón y todo me hacía suponer que había sido preparado y pensado hasta el más mínimo detalle.

Me saqué el abrigo y lo dejé junto con mi cartera y mis carpetas sobre el sofá. Me acerqué a la mesa maravillada por lo que veía. Estaba perfectamente servida y no solo eso, Marcos había sacado mis mejores vajillas, había unas velas encendidas y un pequeño florero con unas flores azules de las que podía sentir su agradable perfume. El mantel blanco contrarrestaba con los platos color celeste con dibujos geométricos de un celeste más intenso y las copas y los cubiertos relucían con la luz de las velas. Todo era de una delicadeza extrema.

Me imagine a Marcos haciendo todo esto y cuando giré en dirección a la puerta de la cocina su imagen se materializó, se hizo concreta y real.

Era el hombre más atractivo que haya conocido jamás.

Su expresión era hermosa, pero seria, seguramente por haber descubierto la mia entristecida y sombría por todo lo que había regresado a mi memoria. Sabía de mi decisión y sabía que Luciano era el eje de la misma.

Lo comprendió de inmediato, y acercándose a mí lentamente tomó mi rostro entre sus manos sin dejar de mirarme. Sus ojos centelleaban por el resplandor de las velas sobre la mesa, haciendo su mirada más perturbadora y cálida de lo que era.

–Ya estás conmigo amor– Aseguró abrazándome, cubriendo mi cuerpo con el suyo.

No pude decir una palabra, tan solo cerré mis ojos y me dejé llevar por sus caricias, por su calor, que poco a poco fueron apoderándose de mí devolviéndome la vida. La dulzura de Marcos lo podía absolutamente todo y completamente embelesada me quedé inerte, sintiendo eso que había tenido en mi mente todo el día cuando pensaba en lo maravilloso que era tenerlo a mi lado.

Tenía razón, ya estaba con él, porque como por arte de magia cada una de mis preocupaciones, mis dudas y sobre todo la incertidumbre sobre mi futuro, fueron desapareciendo dejando tan solo lo increíble que me hacía sentir.

Abrí mis ojos y en los suyos encontré las respuestas. Tomé su rostro entre mis manos y miré sus labios señalándole claramente lo que quería.

Vi cómo su rostro se acercaba al mío y me cortó la respiración saber lo que vendría.

Pude sentir su cálido aliento como una caricia que me hizo estremecer, y cuando sus labios se unieron a los míos con extrema suavidad, supe que todo en mi vida estaba y estaría bien. 

Si... era el mismo cielo.

No pude resistirme al contacto de sus labios ni mucho menos a la piel de su rostro que cuando rozó la mía comencé a perder la consciencia de absolutamente todo.

Sin saber cómo, se deshizo del saco de mí traje, para así poder fundirnos en un abrazo en donde pude sentir la calidez de su cuerpo a través de su camisa blanca.

Separó sus labios de los míos para darle una tregua a mi cuerpo para poder respirar, tomó mi rostro entre sus manos y me miró profundamente. Sus ojos encandilaban y su expresión seria y turbada solo me hablaba de su deseo, tan incontrolable como el mío.

–No creo que tengas una idea de lo que siento por vos– Expresó con vos ronca y  seductora.

–Tal vez tengas razón–señalé sobre sus labios besándolo una y otra vez–... pero puedo sentirlo amor...

Y él por supuesto se encargó de demostrármelo una vez más.

Su ternura y su dulzura infinita me tenían cautivada, Marcos siempre sabía lo que necesitaba. Como ahora, que después de un día tan difícil lo único importante para mí era estar entre sus brazos. Él lo sabía.

Se separó de mí y tomándome de mi mano me condujo hasta el sillón, en donde se sentó para luego acomodarme sobre sus piernas en donde pude descansar sobre su pecho, permitiéndole acunarme entre sus brazos.

–Sabía que reencontrarme con vos iba a ser maravilloso, pero no tanto–Dije abrazándome más a él.

–Fue un día difícil–afirmó.

–No te imaginas cuanto–Respondí separándome de él para poder mirarlo a los ojos–Pero sabía que estabas acá esperándome, como siempre...

–Sofi... siempre que pueda voy a estar esperándote... pero nada va a ser fácil... y muchas cosas van a cambiar...

–Lo sé, el jefe me habló de eso, Malena también lo hizo... sé que voy a cambiar muchas cosas... pero...

Me separé de él por completo para sentarme a su lado. Lo miré profundamente y por primera vez vi duda en su mirada. Pero no podía culparlo, yo mismo lo sentía, todo producto de los cambios que se vendrían.

–Sofi, amor–Dijo acercándose más a mí–No me interesan las reformas que tengan que surgir a raíz de tu decisión, lo importante es que lo que tenemos no cambie.

–Marcos–Susurré mientras tomaba su rostro entre sus manos–Es muy difícil pensar en que las cosas no van a cambiar, y tal vez hasta puedo decirte que nuestro futuro es incierto, un misterio, porque no sabemos lo que puede suceder. Pero dejame demostrarte lo único que tengo seguro en mi vida.

Tomé su mano y la coloqué sobre mi pecho, justo sobre mi corazón. Lo miré a los ojos que junto con los latidos que surgían de lo más profundo de mí ser derrotaron todo miedo o duda que él pudiera tener. Evidencié la emoción en su rostro, ese rostro dulce y tierno que amaba hasta mi completa locura. Volvió a tomarme entre sus brazos y en ese contacto, en el que los dos nos estremecimos y en el cual nos dejamos arrastrar por nuestro amor, no quedaron más dudas ni incertidumbres que tuviéramos que vencer.

Ya habría tiempo de enfrentar el futuro, de proyectar y de trazar nuestro propio destino, ahora solo quería sentir esto, que como cada vez que estaba en sus brazos, era lo único que me importaba, Marcos y lo que me hacía sentir con su absoluta ternura.

Infinito fue el tiempo que transcurrió mientras disfrutábamos de cada uno de nuestros besos y de nuestras caricias. El mundo a nuestro alrededor seguía su curso, pero ninguno de nosotros parecía notarlo.

La decisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora