Llegamos a la casa de Curipan a primera hora de la mañana, el trayecto había sido más lento de lo que me había imaginado, ya que el camino estaba cubierto por la nieve y era muy difícil para mí conducir sin conocerlo. Pero Daniel hizo de guía y lentamente lo seguí con mi auto hasta el pie de la montaña, para después pasar por la zona del valle y más tarde tomar el camino que iba directo a Luciano.
Era temprano todavía, la casa en apariencia se veía tranquila, aunque sabía que seguramente Luciano ya estaría levantado y jugando en el taller como había hecho cada unas de las mañanas que el tiempo no le permitía salir.
Salimos de nuestros vehículos y nos encontramos al pie de la escalera de madera que conducía a la puerta principal. Cuando Daniel llegó a mi lado, se detuvo frente a mí y nos miramos a los ojos.
–Y bien Sofía, ya estamos aquí. Te escucho–Dijo con la voz y la expresión serenas.
No sé porque lo tomé de las manos y pude sentir como se estremecía con ese contacto.
–Dany... después de que te fuiste ese día...
Pero el sonido de la puerta abriéndose y unos pasitos acercándose a nosotros, que conocía muy bien y que adoraba, me dejó sin palabras.
– ¡Mami!–Gritó Luciano mientras descendía por los escalones para llegar hasta mí. Yo abrí los brazos para recibirlo y no pude ver la expresión de Daniel, pero pude escuchar un murmullo cuando decía. ¡¿Mami?!
Mi hijo y yo nos fundimos en un abrazo que hizo que mis miedos desaparecieran por completo, mientras le repartía besos por toda la cara.
–Me dijo Curipan que fuiste a visitar a un amigo y no pudiste volver por la tormenta. ¿Él es tu amigo?–Preguntó y por primera vez Luciano miró a Daniel.
Me incorporé para mirar a Daniel, un Daniel que tenía el rostro azorado, totalmente confundido.
–Daniel... te presento a mi hijo Luciano, Lu–Dije mirando nuevamente a mi hijo–Daniel es un amigo que conozco hace mucho tiempo.
Los hombres que más amo en este mundo, finalmente juntos como tantas veces había soñado. No pude contener mis lágrimas y ya no me importaban las consecuencias, Luciano me hacía más fuerte de lo que yo creía.
Vi como Daniel se arrodillaba para quedar a la altura de Luciano y le tendió la mano como si fueran de la misma edad. Mi aliento en ese momento abandonó por completo mi cuerpo.
–Encantado de conocerte Luciano... y me gusta mucho tu nombre–Le decía mientras estrechaban sus manos en forma de saludo.
Daniel tocó con sus dedos los cabellos rojizos de Luciano, igual a los míos, suspiró y no hizo falta adivinar lo que estaba pensando.
– ¿Vivís en Aguas Calientes como mi amigo Tony?–Preguntó Luciano con esa vocecita dulce y tierna.
Fue en ese momento cuando sucedió. Daniel miraba fijamente a Luciano a los ojos y supe que fue para él lo mismo que haberse mirado en un espejo. Las mismas facciones, los rasgos indiscutibles de los Aguada, el mismo color y brillo en su mirada.
–No... Vivo en... Andacollo–Apenas susurró.
– ¡Ah! Mamá ¿Puedo irme ya? Tony me está esperando–Dijo sin esperar respuesta y con la impaciencia que lo caracterizaba subió los escalones y se perdió en el interior de la casa.
– ¿Sofía...? –Susurro Daniel, con súplica en su mirada. Y fue el momento más terrible, más duro de mi vida, porque no tenía la respuesta a ese interrogante.
–No lo sé... ¡Maldita sea no lo sé! Lamento tanto decirte que no se si sos el padre.
Me ahogué en mi propio llanto, en mi propia desesperación, pero entre lágrimas lo peor fue ver la expresión de Daniel.
– ¿Cómo pudiste Sofía? ¿Cómo pudiste callarte todo este tiempo? Tenía derecho a saberlo–Dijo con furia contenida en la voz, que solo no explotaba por su mandíbula comprimida.
– ¡Lo intenté, Dios sabe que lo intenté! Mis llamadas, mis mensajes, hasta fui hasta tu casa de Andacollo para verte. Te dejé una nota para que supieras que había estado. Pero decidiste que tenías que borrarme de tu vida. Nada me detuvo, ni siquiera tu indiferencia, seguí buscando la manera de conectarme con vos, no había en ese momento nada que me contuviera. Hasta que una mañana hubo algo que sí lo hizo. Tu casamiento con Sonia–Terminé en un susurro.
Vi como Daniel apartaba sus ojos de los míos mientras negaba con su rostro una y otra vez.
– ¿Marcos lo sabe?–Preguntó en apenas un murmullo audible.
–No... No lo sabe. Traje a Luciano a Aguas Calientes para comenzar a hablarle de su historia, para que conociera el lugar en donde vivió parte de su familia. Cuando regresara a Buenos Aires me iba a contactar con ustedes para terminar con todo esto–Miré hacia la puerta por donde mi hijo había desaparecido y sonreí–Cuando conozcas a Luciano vas a darte cuenta de lo brillante y perceptivo que es. Ya no podía seguir ignorando sus preguntas cada vez más claras con respecto a su padre. Es por eso que había decidido hace un tiempo contárselo todo. Que hayas aparecido en este momento fue solo precipitar lo inevitable–Dije tratando de apartar mis lágrimas y mi dolor– Lo siento, no sé qué más decirte, solo espero que esto no afecte tu matrimonio, no quiero lastimar más a Sonia de lo que ya lo hice. Y por el bien de todos quiero terminar con esto de una vez.
–Sofía... dejame decirte un par de cosas–Exclamó con una voz tan fría que se estremeció todo mi cuerpo–Esto definitivamente no lo esperaba y absolutamente cambia las cosas, para bien o para mal, las cambian de una manera drástica y absoluta–Se acercó más a mí de forma temeraria y casi hasta retrocedí por el temor que me produjo su mirada–Pero de ninguna manera pienses que vos y yo terminamos.
Me dio la espalda y se dirigió hacia el interior de la casa. Por supuesto que lo sabía. La perspectiva de que Luciano fuera nuestro hijo contaba con el cincuenta por ciento de posibilidades. Motivo suficiente para que no termináramos mientras viva.
ESTÁS LEYENDO
La decisión
Romance¿Es posible amar a dos hombres al mismo tiempo? Sofía nunca lo hubiera creído. Marcos Aguada, el hombre del cual estaba perdidamente enamorada, le había hecho dos proposiciones, una de casamiento y la otra, hacer un viaje a su pueblo natal al sur de...