Capítulo 18

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Para cuando había terminado con mi baño, todo parecía estar mejor, claro que solo tuve que entrar a la cocina para que todo volviera a foja 0.

Curipan estaba en la cocina como si nunca se hubiera movido de ahí y cuando me escuchó entrar me miró y sonrió.

–Sofía ¿La pasaste bien?–Y como siempre su pregunta formal y educada no tenía nada que ver con su forma de mirarme, pero... creo que hasta estaba acostumbrándome.

–La pasé muy bien, gracias. Fui hasta el río y creo que hice un nuevo amigo–Sonreí al recordar a Tony–Y cómo al ver que no me iba a preguntar nada...

-Conocí a Tony.

–El hijo de Amanda–Indicó tan solo eso y siguió haciendo la comida, parecía que ahí había terminado su conversación.

– ¿Puedo ayudar en algo?–Insistí, aunque sabía que me iba a decir que no.

–Voy a hacer pasta, si queres podes rallar un poco de queso.

–Si claro–Dije un poco sorprendida, pensando que realmente esta mujer era desconcertante, o tan solo pretendía conseguir que dejara de molestarla–Si me dice dónde están las cosas...

–El rallador está en el primer cajón y el queso está en un recipiente de plástico en la heladera –indicó y volvió a su mutismo nuevamente.

Busque las cosas donde me había indicado y con naturalidad comencé con la tarea que me había encomendado. Pero al cabo de unos minutos el silencio se me hizo intolerable y no pude con mi genio.

Curipan ¿Puedo preguntarle algo?

–Sí, claro–Me respondió en forma cautelosa.

–Hoy Alberto me confesó que tuvo miedo de no volver a ver a su hijo porque está muy enfermo, pero no me permitió que le siguiera preguntando, solo me hizo prometer que ese sería un secreto entre los dos–Mire a Curipan con decisión porque no iba a permitir que me siguiera evadiendo– ¿Qué tan enfermo está?

Vi por primera vez como la mirada de Curipan se nublaba con un sentimiento que no pude comprender, por primera vez toda esa fortaleza que pretendía mostrar había desaparecido.

Suspiró y siguió con sus tareas como si le hubiera preguntado algo sin importancia.

–Muy enfermo y cuando te dijo que temía no volver a ver a su hijo, no lo dijo por decir, es verdad–Me miró por unos segundos y presentí que eso era lo único que me iba a manifestar, y por ahora no iba a importunarla más. Solo asentí y seguí con la tarea.

Cuando consideré que había rallado suficiente queso, guardé lo que quedaba en el recipiente de plástico nuevamente en la heladera, lavé el rallador en la pileta y todo esto seguido por los ojos de Curipan que sabía que estaba observando todos mis movimientos.

– ¿Hay algo más que pueda hacer?–Me sentía agobiada, aunque traté de que no se me notara, porque esta mujer ya había empezado a irritarme.

–No gracias–Dijo con su voz amable y cordial, pero que siempre me daba la impresión que me quería decir otra cosa– Tal vez podrías traer a Alberto desde la estancia, está en su silla de ruedas.

–Muy bien entonces–Dije saliendo de la cocina dirigiéndome hacia el pasillo.

Para cuando llegué a donde Alberto se encontraba, mi ánimo se había apaciguado y prometí no perder el control tan fácilmente. Alberto me recibió con una sonrisa y me recordó tanto a Marcos que mi corazón dio un vuelco al pensar en él.

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