Pero ese abismo era peor de lo que había imaginado, porque no solo era caer, era ir golpeando por sus duras paredes, rebotando, lacerando mi carne y mi piel. Podía ver el rostro de Daniel haciendo frente a lo que vislumbraba era el peor momento de su vida. El peor momento de nuestras vidas. Me colocó a su lado y se paró firme, con la cabeza en alto, como si fuera un campo de batalla listo para la lucha contra un enemigo que se acercaba.
Pero no era su enemigo, era su hermano.
Un estremecimiento recorrió mi cuerpo y fue totalmente perceptible a la piel de la mano de Daniel, ya que tenía asida con fuerza la mía. Y en respuesta a eso, la apretó aún más dándome valor. Pero no podía dejar de caer.
Marcos llegó a nuestro lado, pero solo puso sus ojos en mí, parecía que Daniel había desaparecido, y eso por el momento me llenó de alivio, porque no podría soportar agregar más daño del que ya había hecho.
La noche ya casi había cubierto el cielo y tan solo estábamos iluminados por los faros del vehículo que Marcos había estacionado al final del camino, pero fue suficiente para ver la expresión de su rostro.
Nunca, ni en sueños hubiera imaginado verlo así. Sus facciones estaban desfiguradas por la furia y sus ojos, que eternamente estaban teñidos de ese color dorado que siempre había amado, ahora solo tenían un color ceniciento, opaco, llenos de odio y cubierta de una fiereza que no creí ver jamás.
¿Pero es que acaso podría ser de otra manera?
No pude sostener su mirada y la dirigí por unos instantes a Sonia que parecía tener la cara hinchada de tanto llorar. Eso hizo estallar algo dentro de mí, porque el daño que había hecho era mucho más grande del que había imaginado.
¡Dios mío!
Marcos meneó la cabeza negando, tal vez tratando de convencerse a sí mismo de que esto había sido un error, pero su expresión cambió nuevamente cuando miró a su hermano y su gesto de repugnancia caló tan hondo en Daniel que pude sentir como se le erizaba la piel, pero no era miedo, era puro dolor.
Luego volvió su dura mirada hacia mí como si se hubiera dado cuenta al fin de lo que estaba sucediendo.
– ¿COMO PUDISTE?–Rugió dando un paso hacia adelante acercándose a mí. Daniel instintivamente me deslizó hacia sus espaldas con la intención de protegerme, pero yo sabía que no corría peligro, Marcos era incapaz de hacerme daño.
– ¡No!–Le dije a Daniel mientras me soltaba de su mano y me interponía entre medio de los dos–No voy a esconderme–Y me paré delante de Marcos mirándolo a los ojos.
– ¡No podía creerlo! Cuando encontré a Sonia destrozada pensé... ¿Por qué Sofía?–Vociferó.
–Me gustaría contestarte, pero creo que nada de lo que pueda responderte te va a servir–Dije entre lágrimas.
–Creo que tenes razón, no hay nada que puedas decirme–Respondió con desprecio, mirándome como si fuera un bicho insignificante–Todo es más que evidente.
–Marcos dejame...
–¡NO!–Gritó y pude jurar que su voz fue como un estruendo que hizo eco en todo el valle–No vale la pena, no vales la pena, no me importa tus razones, si fueran otras las circunstancias, tal vez te escucharía. Si siguieras siendo la mujer que conocí...–Y fue en ese momento en que pude ver el sufrimiento en su mirada, pero igualmente algo lo detuvo, como si hubiese encendido un mecanismo que lo fortaleciera y que no le permitiera sentir ningún dolor–Pero no te reconozco y no me gusta en lo que te convertiste...
–Marcos...–Dije con un hilo de voz.
–Te transformaste en lo peor, en lo que nunca me pude haber imaginado. ¡EL ES MI HERMANO!–Rugió señalando a Daniel– ¡Sos una puta!–Y fueron esas últimas palabras las que enfatizó de la manera más hiriente. Sus palabras eran como puñales afilados.
Pude escuchar un gruñido y un movimiento a mis espaldas. Dejando solo un soplido imperceptible pasando por mi lado, Daniel se había puesto nuevamente delante de mí desafiando a su hermano. Percibí, con la poca conciencia que quedaba en mí, como Sonia ponía su mano en el brazo de Marcos tratando de detenerlo.
Pero él no hizo caso ni al movimientos de Daniel, ni a la mano de Sonia reteniéndolo, solo siguió con su mirada pegada a la mía, como si estuviésemos solos ahí.
Su expresión se había suavizado y su mirada sin llegar a ser dorada, brillaba, como si estuviera a punto de llorar.
– ¿Ya no me amas?–Dijo con un hilo de voz. Y no pude dejar de sentir un ahogo y una opresión en mi alma.
–Nunca deje de amarte–Dije con la intención de gritarlo, pero solo salió un susurro que se fue perdiendo en la noche que ya estaba sobre nosotros.
–Sofía... –Dijo con absoluta tristeza, una tristeza que estaba a punto de hacer estallar mi corazón.
–Tenes que creerme Marcos... nunca deje de amarte... ni por un segundo... hasta que llegué a este lugar...
– ¡¿Cómo puedo creerte?!–Preguntó con frialdad. Y después de unos segundos...–Sos lo peor que me pasó en mi vida–Casi escupió con desprecio.
Giró y comenzó a caminar por el pasto en dirección al auto y cuando hizo tan solo unos pasos se dio vuelta y posó su mirada en su hermano lleno de odio y desprecio.
No hizo falta que hablara, sólo su expresión hacia Daniel demostraba lo que sentía. Esos segundos en que sus miradas se encontraron, fueron más elocuentes que miles de insultos y millones de ofensas y acusaciones. Fue terriblemente insoportable para mí, y mucho más fue para Daniel, que pude ver como bajaba la mirada porque no pudo sostener la de su hermano.
Sonia por su lado no podía dejar de mirar de Daniel, pero al ver que el ni siquiera se había dado cuenta que ella estaba allí, se fue corriendo entre sollozos detrás de Marcos.
Era el final, el fondo del abismo, donde creí llegar rompiéndome en mil pedazos, pero lo peor aún fue darme cuenta que lo había arrastrado a Daniel.
A lo largo de los años y más específicamente a lo largo de mi carrera como abogada, había tenido casos difíciles, los que había llegado a zanjar con saldo positivo. Mi tarea era solo resolver litigios entre dos partes en beneficio de una, que era mi defendido y siempre lo había logrado. Pero ahora...
La absoluta devastación en el rostro de Sonia al comprender que lo había perdido todo, todavía estaba prendida en mis retinas como otro recordatorio de que en ese campo de batalla hubo más víctimas de las que me gustaría reconocer.
Cerraba mis ojos y los volvía a abrir porque mi cabeza solo hacía eco de la imagen de la expresión furiosa de Marcos, que solo era para ocultar su dolor, algo que sabía hacer muy bien. Es por eso que mi corazón se retorcía de pena, porque él menos que nadie se merecía algo así. Lo conocía bien. Toda su vida estuvo perfeccionando el arte de esconder sus sentimientos con respecto a lo que había sucedido con su madre, y ahora... sin pensarlo había destruido todo sin dejar nada de él.
Y lo peor fue todavía ver la expresión de Daniel, que después de encender su moto que había quedado a pocos pasos de nosotros, la luz reflejó en su rostro y pude ver una expresión que me heló el alma.
Sí, había destruido todo y lo más curioso es que todavía no tenía idea del daño que había causado. Y si pensaba que todo había terminado...
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La decisión
Romance¿Es posible amar a dos hombres al mismo tiempo? Sofía nunca lo hubiera creído. Marcos Aguada, el hombre del cual estaba perdidamente enamorada, le había hecho dos proposiciones, una de casamiento y la otra, hacer un viaje a su pueblo natal al sur de...