Capítulo 26

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Todavía bañados por el sudor de nuestros cuerpos, aún después de haber saciado nuestra sed de pasión y placer, no podía detener mi corazón, ni el ritmo de mi respiración. Me retuvo sobre su cuerpo, con mi rostro pegado a su pecho, hasta que poco a poco pudimos volver a la normalidad, aunque a mi juicio y sabía perfectamente que al del él también, lo que acabábamos de vivir muy poco tenía de normal.

Nos conectamos más allá de la necesidad de nuestros cuerpos, más allá de la atracción de nuestra piel, más allá de la infinidad de cosas que nos separaban. Había un abismo gigante entre los dos, y sin embargo, aun así, estaba dentro de mí, comenzando a invadir mi sangre y mi alma como un veneno letal.

Me giró hacia un costado y quedamos enfrentados, como nuestras miradas. El silencio fue perturbador y supe de inmediato que habíamos quedado sin palabras. No había mucho que decir. Tan solo acaricié su rostro con mi mano la cual él tomó para besarla con dulzura.

–Sos increíblemente hermosa Sofía–Dijo con voz suave y seductora–Y sos increíblemente... mujer, no tenía idea de que pudieras ser así...

–Ni yo tampoco–Dije reprimiendo un poco mi vergüenza y hasta me pareció que me había puesto colorada.

–Vení acá–Dijo extendiendo sus brazos para envolverme y quedar contra su pecho.

Los minutos pasaban y el silencio era cada vez más ensordecedor. Solo hablaban mis manos que acariciaban los músculos de su pecho o las suyas que jugaban con los mechones de mis cabellos que tanto parecían gustarle. De pronto levanté mi rostro decidida hacia el suyo, pero él no me miró.

– ¿Puedo hacerte una pregunta?–Pronuncié las palabras con suavidad y con sumo cuidado.

–Mm...–Dudo por unos segundos. Suspiró para luego mirarme de esa forma que me hacía temblar–No lo sé–Y volvió a suspirar, tal vez porque comprendió que no tenía alternativa, sobre todo porque pudo ver la decisión en mi mirada.

–Esta mañana... te oí discutir con Curipan...

Esperé a que el procesara esa información por todo lo que eso significaba y por todo lo que había escuchado, luego continué.

–No fue mi intención escuchar nada, solo me dirigía a la cocina y los oí.

–Lo supuse, porque inmediatamente oí que arrancabas la camioneta, es por eso que fui a buscarte al pueblo.

–Entonces... decime para que ya es tarde... le dijiste a Curipan que era tarde...

–Sofía, sos una mujer inteligente...

–Si lo fuera estaría en la casa de tu padre, si fuera inteligente no estaría muriéndome de pensar que tengo que dejarte.

–Me lo prometiste, prometiste irte y no volver–Dijo presumiendo una seguridad que estaba muy distante de poseer.

–Yo no te prometí nada, solo es que sé... que tengo que hacerlo–Dije con un dolor difícil de explicar justo en el medio de mi pecho.

Me hubiera gustado que fuera un hombre cualquiera, que fuera una relación ocasional, esas de las que al día siguiente no pudiéramos recordar.

Pero no... No lo era.

Me gustaría que supiera lo difícil que era para mí pretender que no me importa nada, que no sentía nada, que no significaba nada para mí... pero no podía. Como le había dicho a Curipan, como si fueran mis propias palabras. "Es demasiado tarde"

–Sofía, puedo darte miles de razones para no dejarte ir, puedo enfrentarme al mundo entero si así lo deseara... pero hay algo contra lo que no puedo luchar–Me miró con tristeza y susurró sus palabras– No sos mía ni tampoco lo serás nunca. ¿Cómo puedo luchar contra eso?

La decisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora