Habían pasado ya unos minutos y todavía seguía estremeciéndose, temblando aún dentro de mí.
Estábamos bañados en sudor, con la ansiedad de nuestro encuentro no había encendido el aire acondicionado, pero eso no fue motivo suficiente para que siguiéramos ahí sobre la alfombra con nuestros cuerpos enredados, tratando de comprender tanta pasión.
Daniel se hizo a un costado para no descansar todo el peso de su cuerpo sobre el mío y me tomó entre sus brazos acunándome en su pecho oyéndolo suspirar.
–Más allá de toda esta locura que se desata en mí cuando te tengo a mi lado, está mi amor. Te amo Sofía, te amo a pesar de todo, a más que a nada ni nadie en este mundo.
Me incorporé para mirarlo a los ojos que estaban bañados por la emoción.
–Esta locura no sería posible si a mí no me ocurriera exactamente lo mismo. Te amo mi amor y no voy a arrepentirme nunca...
Daniel se dio cuenta de que ya no miraba sus ojos sino su mejilla, la que por primera vez noté que estaba enrojecida y levemente abultada. Me incorporé para mirarlo mejor, fue cuando Daniel se apartó levantándose de la alfombra para darme la espalda.
–Dany... ¿Qué tenes en la cara?–Pregunté con mi voz temblorosa porque muy dentro de mi ya sabía la respuesta.
Lo vi como tensaba la espalda y eso confirmó aún más lo que estaba pensando. Me acerqué a él y lo enfrenté, hecho al que no tuvo más remedio que afrontar.
Como tampoco pude afrontar mis lágrimas.
Tapé mi boca para no dejar escapar un aullido de dolor. El hecho de solo imaginar que Daniel y Marcos se habían ido a las manos me horrorizó.
Había imaginado cientos de situaciones, odios, venganzas, maldiciones de por vida, un rencor más allá del lazo que los unía... pero nunca había reparado en la posibilidad de que llegaran a lastimarse físicamente.
Me odiaría lo que me quedara de vida.
Me había enamorado y nunca me había fijado en el precio que debería pagar.
Daniel pudo vislumbrar mi dolor a pesar del suyo, es por eso que me tomó entre sus brazos y dejó que desahogara los sentimientos que la culpa no dejaba que salieran de mi corazón.
No me animaba a preguntar qué había sucedido en el encuentro con su hermano, pero sabía que debía hacerlo.
–Dany, mi amor... –traté de hablar pero mis sollozos no me lo permitían.
–No hay nada por lo que tengas que preocuparte–Respondió seguro.
–No soporto la idea de que se hagan más daño, más del que ya les hice–Dije tratando de retener mis lágrimas, pero era inútil porque ya recorrían mis mejillas sin poder contenerlas.
–Sofía... –Dijo sosteniendo mi rostro entre sus manos para que lo mirara a los ojos–No podrías hacerme daño nunca, soy feliz, más de lo que fui en toda mi vida. ¿Te acordas esa noche en el pasillo de la casa de mi padre cuando te vi por primera vez? Esa noche supe que mi vida iba a cambiar para siempre. Ya no me duele el vacío que había en mi corazón porque te encontré. Te encontré mi amor.
Me acunó en sus brazos, meciéndome, hasta que la última lágrima se extinguió.
Aun así abrazados, como si fuéramos un solo cuerpo, una sola piel, a pesar del dolor, sentí la fuerza de nuestro amor que sabía que podría con todo. Era una especie de energía, algo mágico casi irreal que nos envolvía y nos transportaba hacia un lugar nuestro y único.
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La decisión
Romance¿Es posible amar a dos hombres al mismo tiempo? Sofía nunca lo hubiera creído. Marcos Aguada, el hombre del cual estaba perdidamente enamorada, le había hecho dos proposiciones, una de casamiento y la otra, hacer un viaje a su pueblo natal al sur de...