Capítulo 31

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Lo que me había relatado Curipan de su vida era digna de una novela, pero con grandes interrogantes. ¿Por qué Curipan a pesar de todo seguía a su lado?

No era solamente amor, había mucho más.

Aún tomadas de las manos caminamos hacia un banco de madera cerca de donde estaba la sierra, nos sentamos y quedamos en silencio.

Tomó el aliento que había perdido y comenzó a respirar con normalidad.

– ¿Cómo pudiste Curipan soportar todo eso?– Solté con un hilo de voz.

–Porque a pesar de todo el seguía siendo mi mundo, con todo lo bueno y lo malo que eso significaba. Me alejé de Aguas Calientes, con mi hermano y mi familia nos fuimos a Andacollo en donde mi padre había conseguido trabajo, y eso fue una bendición. Así no tendría que ver día a día como mi felicidad y mi amor se me escurrían de las manos.

Los años pasaban, la vida, y poco a poco mi existencia se fue modificando. Mis padres fallecieron, luego mi hermano se casó y yo me quedé viviendo en esa vieja casa, que fue mi refugio, mi fortaleza en donde nadie llegaba para hacerme daño. Me acompañaban mis recuerdos, mi amor, que como una llaga en mi corazón no me dejaba olvidar. Aunque lo intentaba cada día de mi maldita vida.

–...habían pasado casi catorce años y me había convertido en una mujer de treinta dos años, la mujer de treinta dos años más vieja de la historia de la humanidad. Trabajaba de portera en el colegio primario del pueblo y ese era toda mi vida. Los fines de semana nos reuníamos en la plaza del pueblo para vender nuestras artesanías y en la época de frío y nieve casi no salía porque se suspendían las clases.

Día a día, mes a mes, año a año, así pasaba mi vida.

–... hasta que una noche sentí estremecer la tierra bajo mis pies. Golpearon a mi puerta y cuando abrí lo vi ahí parado y casi no lo reconocí. Pero era él, porque mi cuerpo y mi corazón lo advirtieron de inmediato, porque se estremecieron como antes. Seguía siendo hermoso, pero estaba desbastado. Su rostro cruzado por el dolor opacaba sus increíbles ojos dorados, pero seguía siendo mi mundo. Tan hermoso como todos esos años lo había imaginado.

– ¿Fue a buscarte después de que Estela lo había abandonado?–Dije pensando que aun así esta historia todavía no se había terminado.

–No solo eso, fue a pedirme perdón. Cuando Estela lo abandonó dejándole solo una carta explicándole el motivo de su abandono, me confesó que mi imagen apareció ante sus ojos porque  recordó lo que le había advertido de Estela. Parado en el umbral de mi puerta esa noche helada de invierno, lo podía ver temblar, pero estaba segura que no era de frío. Su mirada que se esforzaba por ser la de siempre, estaba deslucida. No encontró las palabras apropiadas en toda la noche para pedirme perdón, sobre todo cuando tuvo que admitir que yo había tenido razón.

–...Me maldije una y otra vez porque a medida que íbamos conversando mis sentimientos reaparecieron más fuertes que nunca y ya no podía luchar contra ellos, y la peor parte fue que él era consciente de todo esto, porque siempre habia sabido que lo amaba y que aún lo seguía amando. Pero cuando vio que en mi interior se desarrollaba una lucha titánica para perdonarlo o no, el aprovechó mi debilidad por él y utilizó las mismas armas que yo había usado la última vez que nos vimos para retenerlo.

–... ¡Dios mío! ¡Cuánto lo amaba! Y aunque supe todo el tiempo que se estaba valiendo de mi confusión, de la sorpresa por verlo ahí y de lo que sentía por él, no pude resistirme. Todavía recuerdo su cara de asombro cuando me acarició el rostro para luego abrazarme y sentir que nuestro amor y nuestro deseo estaban ahí, tan fuerte como si nunca nos hubiéramos separado. Alberto no podía entender que después de tanto tiempo nuestros labios se reconocieran y mucho menos pudo comprender cuando su piel con la mía explotaron de placer. Pero para mí todo fue más que claro, y aún más cuando su mirada penetró la mía, deseándome, como si nada hubiera pasado entre los dos, como si el tiempo no hubiera pasado. Cada una de mis terminales nerviosas se conectó con mi corazón adormecido, haciéndole entender que esto era real. Y fue más real aun cuando entre susurros me dijo que me amaba. Que me había amado siempre.

La decisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora