De los labios de Curipan se desprendió una sonrisa, fue al comprobar que pude adivinar el nombre de la persona que había amado toda su vida.
–Cuando llegué a este lugar y lo conocí supe inmediatamente que iba a ser valioso en mi vida, pero claro... yo no lo fui para él, o por lo menos no de la manera en que yo lo deseaba. Entonces hice lo más inteligente, me convertí en su mejor amiga, en su confidente... aunque eso muchas veces me destruía porque tenía que escuchar de cuanto amorío tenía en los pueblos vecinos, de todas las mujeres que se rendían a sus pies. Pero siempre regresaba a mí.
Ahora percibía amargura en su voz, y lo podía comprender perfectamente. No quería tan solo imaginar tener el amor a la alcance de la mano y ni siquiera poder tocarlo. La sensación ahogó mi garganta, pero pensé en una sensación peor que me dejó sin aliento. Tenerlo todo, tener el mundo y el amor a mis pies y... perderlo todo.
–No te das una idea de lo difícil que era para mí estar cerca de él...
–Curipan... ¿Nunca le confesaste que lo amabas?–Pregunté interrumpiéndola. La vi sonreír con tristeza y me miro nuevamente.
–No hizo falta, él lo sabía. Lo supo siempre y se aprovechó de eso–Cerró sus ojos buscando recuerdos en su memoria y pude verlos, hace mucho tiempo...
–... Alberto, mi hermano y yo éramos inseparables, de chicos jugábamos en el río, andábamos por las montañas, íbamos al mismo grado en la escuela, a pesar de que tuvimos que hacer mucho esfuerzo con mi hermano porque hablábamos Mapuche. A medida que íbamos creciendo nuestras actividades se adaptaban a nuestra edad, hasta que tuvimos la libertad suficiente para empezar a salir del pueblo.
–... pero lo que yo sentía seguía intacto, estaba amarrada a él como mi propia piel a mi carne, a mis huesos. Cuando entramos a la adolescencia y terminamos nuestros estudios en el pueblo, él se fue a estudiar a Andacollo y cuando volvía los fines de semana, casi todo volvía a la normalidad, éramos los amigos de siempre, aunque muchas veces tenía que escuchar las conversaciones que tenía con mi hermano de sus conquistas en la ciudad. Y no me parecía raro que así sucediera. Alberto era imponente, gloriosamente masculino, sacaba el aliento con solo mirarlo. Era absolutamente hermoso.
Me miró por unos segundos y reparó en mi rostro atento y expectante.
–... Para que te des una idea él era una mezcla de Marcos y Daniel–Dijo sosteniendo mi mirada mientras yo en mi mente armaba este rompecabezas. Cuando lo terminé de armar, la imagen me quito la respiración y fue entonces cuando la miré con resolución. La perfección.
El cielo y el infierno. Su propio cielo, pero también su propio infierno personal.
–... Un día llegó, un fin de semana como tantos otros. Era mi cumpleaños. No me había dado cuenta de que ya tenía diecisiete, porque te puedo asegurar que vivía pendiente de él y no de mí.
No me había dado cuenta de que ya no era una niña, me había convertido en una mujer, una hermosa mujer te lo puedo asegurar, claro que yo solo veía su belleza.
Y ese día me di cuenta que el comenzó a mirarme de otra manera. Conocía cada uno de sus gestos, cada una de sus miradas, cada una de sus expresiones. Conocía absolutamente todo de él. Tenía grabada en mi memoria cada uno de los detalles de su rostro, hasta reconocía sus diferentes estados de ánimo.
–... es por eso que comprendí de inmediato que ya no me miraba como su amiga, no me trataba como esa chica con la que jugaba desde la infancia, me miraba como a una mujer. Ya no pasábamos los días por el pueblo o los alrededores y casi no me hablaba, pero cuando lo hacía se acercaba mucho a mí, mirando mi rostro y mi boca como si me estuviera besando.
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La decisión
Romance¿Es posible amar a dos hombres al mismo tiempo? Sofía nunca lo hubiera creído. Marcos Aguada, el hombre del cual estaba perdidamente enamorada, le había hecho dos proposiciones, una de casamiento y la otra, hacer un viaje a su pueblo natal al sur de...