Me ubiqué en espacio y tiempo, algo que me tomó solo unos segundos.
Escuché algunos sonidos en la planta inferior de la casa, claramente oí la puerta de entrada y luego el ruido de un motor de auto encenderse y marcharse.
Me asomé por la ventana y pude ver como el Jeep de Daniel se alejaba de la casa.
Era el fin.
Pero no solo era eso, mientras miraba como el vehículo se perdía por el camino, pensaba en cuántas cosas se perdían también con él.
Salí del cuarto y bajé las escaleras casi en un segundo, quería retenerlo. Abrí la puerta de enfrente y salí a la calle. ¡Quería gritar! Respiré profundamente para hacerlo pero no pude, la sensación que tenía era que me estaba ahogando.
Volví a intentarlo, pero ya no tenía voz y lo único que pude hacer fue salir corriendo por el camino y todavía no sabía detrás de qué.
Mis piernas ya no me respondían, daba paso tras paso solo impulsada por algún resto de energía que tendría en alguna parte de mi cuerpo.
A pesar de que el día seguía siendo espléndido y claro, solo para mí era una apreciación visual, porque no lo sentía. Sentía frío, un frío que amenazaba congelar hasta la última gota de mi sangre.
Seguí corriendo detrás del auto de Daniel, que para mí desconsuelo veía cada vez más pequeño, más lejano, hasta que solo pude distinguir una estela de polvo que cubría el camino haciéndolo desaparecer.
Mi cuerpo ya no me respondía, mis pulmones me dolían por no poder respirar y dentro de tanta locura trataba de comprender qué estaba haciendo, trataba de averiguar qué sentido tendría ir detrás de algo que ya estaba perdido.
Seguí el camino hacia el río, en forma automática comencé a mover mis pies por el camino de ripio tratando de recuperar el aliento.
Al pasar por la casa de Tony un atisbo de dulzura enterneció mi corazón al pensar en él. Comprobé que estaba vacía, o por lo menos no había nadie a la vista. Seguí por la misma calle, caminé, caminé, caminé y un poco más adelante, ya estaba el río.
Me detuve sin aliento, tomé unas bocanadas de aire para estabilizar mi cuerpo que lo sentía liviano, como si estuviera flotando en el aire. Recuperé un poco la respiración y mientras lo hacía me preguntaba qué hacía ahí, pero no encontraba respuesta, tan solo era esa necesidad de escapar, como si al hacerlo pudiera dejar todo detrás.
Seguí caminando, bordeando el río para luego tomar ese camino frondoso en esta época del año, que me llevaría al valle en donde tantas tardes había paseado con Tony, ese valle en donde Daniel me besó por primera vez.
Las piernas me temblaban y mi corazón no dejaba de dar golpes en mi pecho, haciéndome reaccionar.
El sendero que llevaba al valle estaba bordeado por una copiosa vegetación y no sé por qué motivo me pareció mucho más largo de lo que recordaba, pero era maravilloso, nuevo y extremadamente motivador. Una cantidad de sentimientos encontrados se apoderaron de mí, cuando detrás de los últimos árboles se abrieron para dejar adelante el hermoso paso que había entre las dos montañas, por donde también pasaba el río. Lo recordaba así, majestuoso, imponente, pero ahora, con este sol que inundaba cada rincón del paisaje, la vista era inigualable.
Pero ni la vista, ni el paisaje, ni el cielo tan perfecto me podía consolar.
Mis lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas y esos gritos que antes en el camino no había podido soltar, ahora salían de mi garganta, proclamando mi dolor y mi desesperación, proclamando su nombre... una y otra vez.
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La decisión
Romance¿Es posible amar a dos hombres al mismo tiempo? Sofía nunca lo hubiera creído. Marcos Aguada, el hombre del cual estaba perdidamente enamorada, le había hecho dos proposiciones, una de casamiento y la otra, hacer un viaje a su pueblo natal al sur de...