Capítulo 44

61 12 8
                                    


A las tres de la tarde Marcos y Curipan partieron hacia Andacollo. Sonia y yo nos sentamos en los sillones de la sala contemplando desde allí el hermoso paisaje. Daniel por su lado seguía con la misma actitud, en silencio. Lo observé situarse junto al ventanal mirando algún punto perdido en el exterior, su aspecto cansado y su expresión tallada en piedra no demostraba ninguna clase de sentimiento, estaba rogando que me mirara, no solo eso, que me diera un indicio de lo que tendría que hacer, porque no me iba a dar por vencida.

Sabía lo que sentía por él, y sabía muy bien lo que sentía por mí, y tal vez ese sea el motivo por el cual ni siquiera podía mirarme.

Pero fue Sonia la que distrajo mi atención, mientras que él por su lado seguía tan callado y abstraído en sus propios pensamientos que parecía que había desaparecido de la habitación.

–Lamento que nos hayamos conocido en estas circunstancias Sofía–Dijo mirándome y pude notar que por más que quisiera verla de otra manera, su voz y su intención eran sinceras.

–Si claro, yo también lo lamento–Dije tratando de controlar mis emociones, porque aunque me costara admitirlo, esta mujer poco tenía que ver en lo que estaba sucediendo entre Daniel y yo– Es extraño que no nos hayamos conocido antes, porque cuando estuvimos en el invierno con Marcos nadie me habló de vos... claro que tampoco fue mucho el tiempo que estuvimos con Daniel, no hubo mucha oportunidad de hablar–Respondí con la misma sinceridad, pero esa respuesta no era para Sonia.

–Eso hubiera sido imposible, ni siquiera estaba en Aguas Calientes, me encontraba en Bariloche y además... bueno, no estábamos en buenas relaciones con Daniel en ese momento– Sonia miró a Daniel con una sonrisa cómplice a lo que él solo se limitó a responder con un leve gruñido salido de su garganta cuando saco todo el aire que había en sus pulmones.

–... estábamos distanciados–Siguió Sonia, que pareció no importarle la actitud de Daniel. Se acomodó en el sillón a mi lado para comenzar a contarme su historia amorosa, como si fuéramos amigas y confidentes– ¿Sabes? Daniel y yo nos conocemos hace muchos años y estamos juntos desde...–hizo un gesto con su mano rozando su sien pretendiendo recordar–No lo sé, mucho tiempo. Hasta que hace unas semanas nos volvimos a encontrar y me propuso casamiento–Pero ella no me miraba, lo miraba a Daniel dedicándole una mirada empalagosa que me revolvió el estómago. Daniel puso sus ojos en ella y no era amor justamente lo que vi, pero ella no hizo caso a su mirada, estaría acostumbrada a su mal genio y carácter, por lo que siguió sonriéndole mientras el volvió a mirar hacia el exterior.

¿Cómo podría culparla si estaba tan enamorada de él como yo misma lo estaba? Y lo más doloroso y lo que parecía agravar la situación para mí, era que Sonia parecía ser perfecta, aunque me molestara admitirlo, ahí estaba la realidad.

–Realmente los felicito–dije con un hilo de voz.

–Hace unos meses estuve por aquí y me enteré de su visita. Lamente mucho no conocerte entonces. Tengo entendido que ustedes tienen planes de casamiento también. Espero no te moleste, pero Curipan me contó ¿Para cuándo es la fecha?–Preguntó Sonia y podía sentir la incomodidad de Daniel sobre mi piel, mas no era así con Sonia, que sinceramente solo encontré interés en su tono de voz.

–No hay tales planes–Dije con brusquedad e inmediatamente me arrepentí–Quiero decir... los hubo.

– ¡Oh!–Tan solo pudo decir Sonia con una clara expresión de perplejidad en su rostro–Lo siento no quise entrometerme...

– ¡No! Disculpame vos a mí–Dije con absoluta franqueza, porque fue en ese momento en que me di cuenta de que ella menos que nadie tenía la culpa de nada–Solo es que... es un tema difícil–Y diciendo esto miré en dirección a Daniel. Pude ver como el cerraba sus ojos y casi imperceptiblemente sacaba todo el aire de sus pulmones. Su cuerpo se tensionó de tal manera que hasta podía sentir la resistencia que le estaban provocando sus sentimientos. Pero no me miró, aunque él sabía que tenía mi mirada en su rostro, porque él también me podía sentir.

La decisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora