Capítulo 11

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El tiempo pasaba y con eso mi angustia que era cada vez mayor. No sabía con exactitud cuánto lo había lastimado y me preguntaba si podría perdonarme. Pero una vez más me dije que prefería mil veces la verdad, aunque doliera, porque no podía seguir callando mucho más.

Estaba aterrada, si lo estaba, tenía temor de que mi relación con Marcos dejara de ser lo especial y hermosa que había sido hasta ahora, y esperaba que Marcos recordara cuánto lo amaba.

La espera parecía no tener fin, me duché, me acosté, volví a levantarme, tomé mi teléfono celular, e inmediatamente lo arrojé sobre la cama. Y sin poder remediarlo me cubrió un frío desaliento. Apague las luces, me tape con el grueso acolchado y trate de no pensar. El tiempo seguía pasando y la cama de este cuarto de hotel me parecía enorme y vacía sin él, ya no soportaba este silencio.

De pronto escuché unos pasos del otro lado de la puerta, luego el sonido de las llaves y en la penumbra de la habitación contemplé su figura.

Después de cerrar la puerta, lo escuché suspirar y tan solo se quedó parado mirando en dirección a la cama.

Estaba paralizada, solo mis lágrimas, que no pude contener, comenzaron a rodar por mis mejillas. Sentía un miedo desgarrador, pero a la vez, me alegraba que hubiera vuelto.

Lo vi dirigirse hacia el cuarto de baño de donde minutos después escuché el agua de la ducha, esto me resultaba cada vez más difícil, hubiera preferido que viniera a hablarme. Que demostrara su enojo por lo que había sucedido. pero nada de eso sucedió. Entonces decidí que por ahora dejaría las cosas como estaban. Era lo mejor.

Giré mi cuerpo dándole la espalda, no quería que me viera en este estado, no quería de ninguna manera empeorar las cosas.

Cuando la puerta del baño se abrió, creí que mi corazón iba a explotar. Nunca sentí tanto miedo y no solo era por haber dicho la verdad.

Me estremecí al sentir que Marcos se metía en la cama y más aún cuando sentí su cuerpo junto al mío para rodearme con sus brazos haciéndome morir de ansiedad.

–Lo siento–Susurró–Por favor... Sofi, perdóname.

No pude dominar mis sentimientos, angustia, miedo, y mi amor hicieron que no pudiera reprimir mi llanto. No había nada que lograra calmarme, ni sus brazos, ni sus palabras, ni sus besos que cubrieron cada centímetro de mi rostro cuando giré para quedar completamente pegada a él.

Sentí que nada podía con esta culpa, ni siquiera la actitud de Marcos, que todavía no sabía porque me pedía perdón.

Pero aun así, dejó que me desahogara, mientras que su calidez una vez más comenzó a reparar todas las dudas y miedos que había sentido desde que se había ido.

Separé mi rostro unos centímetros para mirarlo a los ojos y aún en la oscuridad pude ver que brillaban más que nunca.

–Te amo–Susurré entre sollozos.

–No lo digas como si no lo supiera–Respondió con firmeza.

–Es que no sé cómo hacer para que comprendas que lo que ocurrió no lo busqué, tan solo sucedió y no supe manejarlo.

–No puedo culparte... ¿Cómo podría?... tenes que comprender que si vos no pudiste manejarlo, yo tampoco todavía puedo.

–No sé qué pasó y tal vez hayas tenido tus razones para no confiar en mí–traté que no sonara a reproche–... pero sé que seguís sufriendo, y eso me mata.

Se quedó en silencio lo que me confirmó que había acertado en todo lo que había dicho. Lo abracé con fuerza y pensé que si era así cómo quería que fueran las cosas, lo aceptaría.

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