Estábamos listos para partir. A las once de la mañana y ya subidos a la Ford Ranger color gris de Marcos, tomé verdadera conciencia de lo que significaba este viaje. No solo por conocer a su familia, su gente, su lugar en el mundo, sino entrar a su pasado, un pasado en el que había pensado en toda la noche y al que todavía no había encontrado la manera de abordar.
No lo podía negar, estaba aterrada, sabía que Marcos alcanzaría a comprender la forma en que había descubierto su secreto, pero lo que no sabía era si estaba dispuesto a revelarme, lo que claramente, todavía desgarraba su corazón.
Salimos de la cuidad por la autopista y al cabo de media hora pasamos por la ciudad de Lujan en donde tomamos la ruta cinco por la que solo pudimos ver campo a nuestro alrededor.
Después de una hora de ruta pasamos por la ciudad de Chivilcoy y a medida que pasaban los kilómetros ya había dejado de fijarme en mi reloj, solo contaba la carretera y los carteles en la banquina que nos indicaban cuánto faltaba para llegar a los distintos lugares en nuestra hoja de ruta.
Cuando llegamos a la ciudad de 9 De Julio nos detuvimos a cargar combustible. Aproveche la oportunidad para comprar algo para almorzar y sobre todas las cosas para ir al sanitario.
Cuando seguimos viaje nuestro ánimo era de lo mejor, a pesar de todo estaba feliz. Era la primera vez que hacíamos juntos un viaje tan largo y sobre todo, tan significativo.
Pero de todas maneras sabía que tenía que hablar, la sensación de culpa estaba ahí y no podía hacer nada para evitarlo.
Abrí una caja con sándwiches, destapé las botellas de agua y le entregué una a Marcos que bebió con ganas. Puse un pedazo de sándwich en su boca y pude ver como el pan fresco se deshacía en su boca.
– ¡Mm...! ¡Está riquísimo!–saboreó mientras manejaba.
– ¿Si?–Pregunté mientras le cortaba otro pedazo y se lo ponía en la boca.
Prové yo misma un bocado y comprobé que tenía razón. El pan fresco y crujiente hacía una combinación perfecta con las fetas de jamón y queso que había en su interior. Corté otro trozo de su sándwich y lo introduje en su boca limpiando las migas que habían quedado alrededor de sus labios. Los acaricié en forma deliberada y observé cómo sacaba sus ojos de la carretera para atrapar los míos con su intensa mirada. Le sonreí, sabíamos de qué se trataba este juego y siempre estábamos dispuestos a jugarlo.
Acaricié su mejilla y atrapó mi mano para besarla mientras que con la otra manejaba su camioneta sin perder dominio de la misma. Lo oí suspirar y eso me llenó de satisfacción porque comprendí una vez más lo fácil que era para mí excitarlo.
Soltó mi mano con suavidad, lo vi tomar la botella de agua para terminar por completo con su contenido.
– ¿Crees que estás a salvo porque estoy manejando? ¿Crees que no detendría la camioneta en el medio del campo para hacerte el amor?
–Sé que nada te detendría–sonreí convencida.
–No, no podría, me estas volviendo loco.
Me incliné hacia su lado y el pasó su brazo por mi hombro. Marcos me apretó contra su cuerpo y besó mis cabellos. Me aferré más a él y lo sentí suspirar. ¿Que más se podía decir? Sobraban las palabras. Tan solo nos quedamos en silencio disfrutando de la tibieza de ese momento único.
Pero una sombra de pronto cruzó por mi cabeza y ya no podría seguir ignorándola.
Me incorporé en mi asiento nuevamente y lo miré tratando de comenzar la conversación que llevaría a mi confesión.
ESTÁS LEYENDO
La decisión
Romance¿Es posible amar a dos hombres al mismo tiempo? Sofía nunca lo hubiera creído. Marcos Aguada, el hombre del cual estaba perdidamente enamorada, le había hecho dos proposiciones, una de casamiento y la otra, hacer un viaje a su pueblo natal al sur de...