Capítulo 14

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Ya estaba oscureciendo cuando con Marcos sacamos de la camioneta nuestro equipaje. La noche llegaba en forma sigilosa a Aguas Calientes ya que lo único que nos anunciaba que terminaba el día era esa espesa oscuridad que ahora nos envolvía. No se veía ni la luna ni las estrellas, solo las luces de las otras casas alrededor y más allá del río para terminar en la nada.

La habitación a la que nos dirigimos en el piso superior había sido la de Marcos. La sensación que tuve cuando entré, fue que el tiempo dentro de ella se había detenido.

Como toda la casa, el piso de la habitación también era de madera y las paredes estaban revestidas con listones del mismo material pintadas de un color tiza, que se repetía en el techo de tirantes del mismo color. La cama de hierro estaba pintada de blanco vestida con un cubrecama de lana en colores verdes y naranjas que hacían juego con la alfombra de los mismos colores. A los pies de la cama había un baúl con herrajes antiguos y frente a él una biblioteca en la que se podían ver no solo libros, sino algunos juguetes y cajas de madera que ocupaban algunos de los estantes.

Al lado de la cama una mesa de noche que completaba la decoración.

Me acerqué a la ventana y la negrura que reinaba en el exterior me hizo estremecer, me convirtió de pronto en una mujer indefensa, ante tanta oscuridad y misterio.

Pero era solo miedo a lo desconocido. Sabía que mañana las cosas iban a ser distintas, incluso ahora que había comenzado a sentir el calor de Marcos cuando me abrazó y quedó muy pegado a mí. Besó mis cabellos con delicadeza y pude sentir la calidez de su aliento.

Giré entre sus brazos y su mirada me deslumbró y por millonésima vez me pregunté cómo era posible que todavía no me podía acostumbrar a lo que me hacía sentir.

Lo abracé acurrucandome en su pecho y pude sentir los latidos de su corazón.

–Sé que son muchas emociones para un día, pero a pesar de todo te noto feliz–Aseveré.

–No te equivocas, pero vos tenes mucho que ver con esto–Respondió acercando su boca a la mía para besarme con dulzura.

Me separé unos centímetros de él solo para poder mirarlo mejor. Acaricié su rostro con su barba crecida y sonreí.

– ¿Cómo te llamó Curipan?–Pregunté acordándome de ese detalle.

Marcos sonrió y miró detrás de mí y volvió a sonreír, como si algún recuerdo se hubiera hecho presente.

Milla Ñé–Tan solo pronunció.

– ¡Milla Ñé!–Repetí con pena, porque no sabía si lo había pronunciado correctamente.

–Como habrás adivinado Curipan desciende de un pueblo indígena. El pueblo Mapuche para ser exacto. Sus antepasados sufrieron las persecuciones de las campañas militares, lo que se llamó Campaña del Desierto, pero todos sabemos que de campaña no tuvo nada. Solo el exterminio y la represión de su pueblo hasta convertirlo en un puñado de hombres y mujeres que llegaron a estas tierras escapando del horror.

Seguí su relato con mucha atención y si bien no tenía una idea exacta de lo que había sido esa parte de la historia, podía percibir perfectamente lo que había sido el sometimiento de los pueblos indígenas.

–...Curipan por suerte no vivió todo eso, pero sí sus antepasados, aunque tengo que confesarte que muchas veces los siguen hostigando, pero de otras maneras. De todas formas, su familia o lo que quedaba de ella dejó la capital de Neuquén para después establecerse definitivamente en estas tierras. Sus padres fueron amigos de mis abuelos y Curipan y su hermano amigos de mi padre.

La decisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora