Capítulo 61

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No fue difícil encontrar el camino que conducía a la montaña. Esa noche, en que nos habíamos encontrado con Marcos y Sonia en el valle cerca del río, recordaba perfectamente que Daniel había tomado el sentido contrario del sendero que conducía hacia Aguas Calientes para llegar a la cabaña. Aunque no estaba segura  la distancia que tendría que recorrer hasta encontrarla. Pero iría despacio tratando de recordar, porque la última vez que había estado en la montaña era pleno diciembre y era de noche. Ahora, a pesar que era de día con el cielo cargado de nubes oscuras que presagiaban otra nevada, el manto blanco que cubría absolutamente todo hizo difícil hasta seguir el camino.

Agradecí haber hecho poner las cadenas a las ruedas de mi auto, porque aun así podía sentir en el volante como por momentos el auto se deslizaba por el camino.

... Y para colmo de males, lo que el cielo venía amenazando, lo cumplió. Comenzó a nevar.

El ascenso no parecía terminar, ya no sabía ni donde estaba, no tenía ningún punto de referencia, ni siquiera sabía si habría alguno.

Esa noche subida a la moto, abrazada a la espalda de Daniel para sentir su calor, solo fui consciente de su cuerpo y de cuanto lo amaba. Angustiada por lo que había sucedido con marcos no había reparado en ni cuánto había durado el ascenso, ni qué dirección había tomado. Lo único concreto era que parecía que había un solo sendero y no encontraba nada. Ya a estas alturas esperaba no perderme.

Pero después de un recodo en el camino, después de pasar por unas rocas que parecían haber sido abandonadas al costado del sendero, me di cuenta de que esa era la señal que esperaba. Salí por un camino lateral y uno poco más allá... allí estaba.

Detuve mi auto frente a la cabaña y todavía con las manos puestas en el volante suspiré.

No podía creer lo que estaba viendo. La cabaña no estaba como la recordaba. La última vez que había estado aquí, estaba a medio terminar. Si bien la estructura de las paredes y el techo habian estado terminados, y aun así en ese momento me había parecido la más hermosa de todas, ahora no encontraba las palabras para describir la perfección que había ante mis ojos.

En cada uno de los detalles tallados de la madera, con que estaba confeccionada la cabaña, se podía ver el sello inconfundible de Daniel. No había conocido a nadie que trabajara la madera como él. No solo era el diseño de la vivienda, sino los detalles, las terminaciones que le daban a esta cabaña la particularidad de ser única.

Si bien se podía ver que no tenía vida, que no había un jardín cuidado a su alrededor, que no había una chimenea encendida tentando ingresar a su interior, a pesar de eso la podía ver cubierta de pura energía. Pero luego supe lo que era en realidad. Cada clavo, cada madera exquisitamente torneada y tallada mostraban sentimientos.

Bajé del auto, subí las escaleras y cuando estuve delante de la puerta acaricié con las yemas de mis dedos el hermoso tallado que mostraba la madera.

Descubrí cuál era el sentimiento principal. Era amor.

Apoyé mi frente en la puerta, aspiré su perfume y cerré mis ojos, era como estar entre los brazos de Daniel. Ese perfume almizclado, que siempre se combinaba con el perfume de su piel, me hicieron añorarlo aún más.

Tragué saliva, tratando de también tragar mis lágrimas.

Saqué del bolsillo de mi campera la llave que me había dado Curipan y con un movimiento tembloroso de mis manos pude abrir la puerta.

Estaba tal como siempre la había recordado, aunque más hermosa porque estaba terminada.

A pesar de que el polvo cubría los muebles y el piso, podía contemplar cada uno de los detalles. Seguía siendo solo un ambiente, con la cocina disimulada detrás de unas aberturas que parecía un armario y la única puerta que daba al cuarto de baño.

La decisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora