Fue mucho el tiempo que pasó, o por lo menos fue lo que creí, porque lo único que hice fue estar tirada en la cama, con mi cuerpo aletargado sin poder moverlo.
El crujido de la escalera me hizo volver a la realidad. Sus pasos aceleraron mi pulso que había tratado de apaciguar, y toda esa seguridad que había construido se fue al mismo infierno.
Sus pisadas en el pasillo parecían firmes y decididas y como la noche anterior se detuvieron ante mi puerta. Por un momento creí que iba a entrar, lo que turbó mis sentidos hasta quedar sin respiración, pero luego oí como reanudaba su marcha y por último escuché el golpe en la puerta de su habitación al cerrarla.
Consideré dejar todo como estaba, saldría de excursión todos los días y me ocultaría por las noches en esta habitación, hasta que Marcos volviera y así no tener que ver a Daniel...
¿A quién quería engañar?
Deseaba verlo, saber si esto era real o sólo producto de mi imaginación. Quería tenerlo en frente de mí para poder ver en su mirada, todavía no sabía que. Pero la sensación de que iba hacia lo inevitable y aun sabiendo lo peligroso que era, había dejado de importarme.
Salté de la cama y con más decisión de la que creí tener, abrí la puerta atravesé el pasillo y golpeé suavemente con los nudillos de mi mano.
Escuché el crujir de la madera mientras caminaba y cuando abrió la puerta, su rostro tenía una sonrisa impresa, como si nuevamente me estuviera esperando.
Y para confirmar y acrecentar más aún mi temor, todo lo que había imaginado encontrar en su mirada, estaba ahí.
Este hombre era pura sensualidad, y me pregunté cómo sería estar en la intimidad con él. No podía evitarlo, pero eso era todo lo que pensaba cuando lo miraba.
Retrocedió unos pasos para dejarme pasar y mientras lo hacía, pude ver su camisa de franela desabrochada por completo, dejaba ver una remera de algodón que marcaba los músculos de su pecho.
Cerró la puerta detrás de mí y quedar atrapada en un mismo lugar con él, me quitó el aliento.
Su aroma que había invadido ya la habitación, era una composición de sudor, con su perfume personal más el olor tan característico de la madera, porque podía ver todavía aserrín pegado a su ropa y a su piel.
Trate de no pensar en porque me sentía tan cautivada por él. Tal vez era su forma de ser que me exasperaba tanto como me atraía. Pero de algo estaba segura, no era la única afectada en esta habitación, sus ojos ya no tenían una expresión risueña, sus ojos traspasaban los míos convirtiendo este momento en el único medio de comunicación entre los dos, en este momento por intermedio de nuestras miradas estábamos diciendo lo que tal vez no nos atrevíamos con palabras.
– ¿Seguís buscando una disculpa?–Me preguntó tratando de sonreír para que supiera que tenía todo bajo de control, pero nada de eso le creía.
–No, no la busco y tampoco la espero, soy yo la que quiero disculparme, no era mi intención compararte con Marcos y mucho menos que te sintieras mal.
Su seriedad llegó de pronto a su cara y tal vez porque no era lo que esperara que dijera.
No, definitivamente la sorpresa ensombreció su rostro y ni un vestigio había quedado de la crueldad de su sonrisa.
Si, su sonrisa era cruel, porque él no sabía lo que producía en mí.
–No puedo culparte, no me conoces–Dijo con la clara intención de haber aceptado mis disculpas.
–Tenes razón, fui prejuiciosa, algo que nunca fui en mi vida. Soy abogada y te puedo asegurar que ese es un defecto que no ayuda en mi profesión–Dije totalmente convencida de que no le importaba nada de lo que decía.
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La decisión
Romance¿Es posible amar a dos hombres al mismo tiempo? Sofía nunca lo hubiera creído. Marcos Aguada, el hombre del cual estaba perdidamente enamorada, le había hecho dos proposiciones, una de casamiento y la otra, hacer un viaje a su pueblo natal al sur de...