A media mañana partimos hacia Aguas Calientes con el único objetivo de terminar con este largo viaje. Sabíamos que se había prolongado más de lo que habíamos querido, pero también fue necesario para poder entender mejor la relación con su familia.
Partimos de Chos Malal y tendríamos que pasar por Andacollo, Las Ovejas y Varvaco para poder arribar a Villa Aguas Calientes, nuestro destino final, que con el frío que estaba haciendo esta mañana, ese nombre me pareció de lo más tentador.
Durante todo el camino el paisaje se veía como a través de un vidrio empañado, el cielo estaba cubierto por nubes de un color plomizo y eran verdaderamente amenazantes, que apenas dejaban ver la imponente silueta del Domuyo, la montaña más alta de Neuquén.
Al llegar comprendí porque a este lugar lo llamaban Aguas Calientes, literalmente el río lanzaba volutas de vapor. No pude resistirme a la tentación de tocar el agua y le pedí a Marcos que detuviera la camioneta. Su rostro me mostraba su fascinación de ver el mío tan entusiasmado por conocer cada detalle del lugar en donde había nacido.
Me calcé las botas térmicas, me abrigué con la campera que cerré hasta el cuello y con una sonrisa bajé corriendo hasta el río.
No podía creer lo que estaba viendo, el vapor que salía del agua me confirmaba que procedía desde muy profundo, de las mismas entrañas de la tierra, y a pesar de que la temperatura debería estar bajo cero, porque lo podía sentir en mi cara y en mis pulmones que se congelaban al respirar, al tocar el agua todo cambio. Largué una carcajada cuando mis dedos tocaron el agua. No lo podía creer, cuando Marcos me había hablado de aguas termales me había imaginado piletas, estanques, o cualquier cavidad que pudiera contener agua de este tipo. Pero esto excedía todo lo que había pensado. Solo en sueños hubiera imaginado un lugar así.
Miré a mi alrededor y suspiré al encontrarme rodeada de tanta belleza, la Cordillera del Viento estaba envuelta en un silencio que me quitaba el aliento.
Aquí había estado Dios y se había tomado el tiempo necesario para crearlo. No podía describirlo de otra manera.
Seguí admirando el paisaje, hasta que vi a Marcos que estaba apoyado en la camioneta, con las manos en los bolsillos de su campera. No me perdía de vista, observaba cada movimiento, cada sentimiento que provenía de la emoción de estar en este lugar. Me acerqué a él y le sonreí.
–No fuiste del todo sincero conmigo–reclamé y su expresión cambió a una de total desconcierto–No mencionaste lo increíblemente hermoso que es todo esto.
Marcos simplemente sonrió de esa manera dulce y tímida, pero que a su vez hacía temblar cada célula de mi cuerpo. En este momento estaba en una terrible disyuntiva, no sabía qué era lo que me atraía más, si el paisaje o su forma de mirarme.
–Debe haberte costado dejar este lugar... es maravilloso–Terminé en un susurro porque me estaba costando sostener la profundidad de su mirada.
–No me costó en lo absoluto... porque sabía que iba a conocerte–Respondió serio.
Ya no tuve más dudas que aclarar, ya tenía claro lo que me atraía más, y lo tenía parado frente a mí, eclipsando con su mirada dorada la mía.
Acercó su rostro helado y húmedo por el viento que parecía querer conspirar contra nosotros y separarnos, pero el calor de sus labios y de sus ojos derritió el frío a nuestro alrededor.
Me abrazó con extremada ternura y a pesar del grosor de nuestras camperas, pude sentir su calor.
Subimos nuevamente a la camioneta y continuamos con nuestro trayecto. Al costado del camino podía ver a los trabajadores del campo, que aún con este frío y con la llovizna que ya había comenzado a caer, seguían con sus tareas abrigados hasta lo imposible con lo que podía ver era un atuendo de lana y cuero. Esto me despertó una real admiración, porque el clima no era una barrera que los detuviera.
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La decisión
Romance¿Es posible amar a dos hombres al mismo tiempo? Sofía nunca lo hubiera creído. Marcos Aguada, el hombre del cual estaba perdidamente enamorada, le había hecho dos proposiciones, una de casamiento y la otra, hacer un viaje a su pueblo natal al sur de...