Capítulo 44

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Narra alba:
Bastante entrada la madrugada decidimos que ya era hora de ir volviendo a casa de Miki. Además, después de ver cómo estaba Carlos no creíamos que fuera a aguantar mucho más tiempo despierto. Entre todos lo subimos por las escaleras como podemos y dejamos que Adriana le ayude a acostarse porque ahora mismo no es capaz ni de mantenerse en pie.
-Julia: yo voy a quitarme estos potingues de la cara y a dormir, no puedo ni con mi alma.
-Alba: yo también me rindo ya por hoy.
-Joan: te espero en la habitación Alba.
Tardo bien poco en desmaquillarme y ponerme el pijama, y para cuando vuelvo a la habitación me encuentro a Joan desvistiéndose para ponerse también el suyo.
-Alba: lo siento, si quieres espero fuera.
-Joan: no tranquila, pasa, me da igual que me vean así.
Normal que le de igual, cabrón. Si está más bueno que la pizza.
Intento disimular el ardor que se había instalado en mis mejillas debido a mis pensamientos y guardo la ropa en mi bolsa, que se encuentra en la cama. Es entonces cuando me percato que la cama del hermano de Miki mide es individual, por lo que puede que sea un poco incómodo dormir ahí los dos.
-Joan: creo que vamos a dormir un poco apretaditos esta noche, ¿no? -pregunta acercándose por mi espalda-
Dirijo mi mirada hacia él y dudo entre si hacerlo o no, pero como si los impulsos actuaran por encima de mi voluntad, me lanzo a sus labios. Como si fuera mi agua en medio de un desierto. Como un cigarro para un fumador. Como el último sorbo de una copa para un alcohólico. Como si fuera la calma de mi huracán. Nos besamos apasionadamente mientras Joan apoya mi espalda contra la fría pared de la habitación.  Su lengua se abre paso y va en busca de la mía. Pasó mis manos acariciando sus abdominales mientras él besa mi cuello.
Me apresuro en quitarle la camiseta y atacar su cuello. Él hace lo mismo con la mía, tirándola a hacia cualquier sitio. Aunque eso es lo que menos nos importa ahora mismo. Mi pijama va desapareciendo poco a poco y la poca ropa que Joan llevaba encima, también. No podemos aguantarnos las ganas y se nota. Nuestros cuerpos desprenden ansia y deseo. Termina de desabrocharme el sujetador y deja que éste se deslice por mi cuerpo hasta abajo y se inclina hacia mi, besándome con una lentitud que me tenía casi al límite sin haber empezado siquiera.
Sonrió, besándome de nuevo, y yo aproveché para tumbarse en la cama, consiguiendo que ella se cerniese sobre mi.
Deslizó la mano por mi pantalón, y con algo de esfuerzo consiguió quitarmelo. Suspiré de puro placer cuando su mano se paseó por mi zona más sensible, sin cuidado alguno. Conseguí que girásemos, quedando ella debajo del cuerpo de él, y la desnudé completamente, permitiéndone admirarla por unos segundos. Me cogió de la nuca besándome con ansia, tratando de saciar un deseo insaciable, al menos si se intentaba así. Volví a unir nuestros labios mientras su mano se perdía en mi entrepierna, y bastaron dos segundos para que se separase de aquel beso, tratando de ahogar un gemido, pero fue en vano. Tras unos minutos decidió que había sido suficiente. Joan se levantó para coger un preservativo del bolsillo trasero de sus pantalones y aprovechó para acercarse a la puerta y cerrar con pestillo. Tras ponérselo, se dejó caer levemente sobre mí, haciendo fricción en el punto justo.
-Joan: ¿quieres más? -pregunté con la voz ronca-
Ella no respondió con palabras, pero sí con actos, consiguiendo que al levantar mis caderas entrase en ella y nuestros gemidos se entremezclasen.
Movió sus caderas y me creí morir en aquel momento. Tiré la cabeza hacia atrás, cosa que él aprovechó para dejar un beso en mi cuello. Descubrí lo maravilloso que era en todo.
Nuestras caderas chocaron por última vez tras un rato que a mi se me hizo el más corto del mundo y nos dejamos caer del todo en el colchón, exhaustos.

EfímerosWhere stories live. Discover now