Capítulo 53

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Narra Adriana:
-Carlos: claro que vales la pena -sus palabras me pillan por sorpresa pero que jale de mi y me lleve a su pecho abrazándome aún más-
Dejo escapar suspiros intentando hacer cesar el llanto, pero sólo me concentro en su olor, en su fuerza en mi cintura y en el calor de sus brazos que tanto había querido volver a sentir.
-Carlos: te perdono, pero para volver a lo de antes vas a tener que luchar mucho, Adrianita -intento ahogar el chillido de felicidad en su pecho y rápidamente subo mi cabeza a su cuello y la escondo allí junto con mi sonrisa-
La vida siempre me iba a sorprender, hace una semana estaba él aquí rogando tenerme, y hoy, era yo la que no quería tener nada más que no fuera él.
-Carlos: ¿ahora si me vas a dejar que te explique qué pasó con Marga?
-Adriana: por favor.
-Carlos: es cierto que estuvimos juntos bastante tiempo. Yo estaba muy ilusionado y dedicado con esa relación, sentía que podíamos ser de verdad, pero parece ser que era el único al que le importaba lo más mínimo. Ella no me quería, encima me ponía los cuernos. Y yo como un gilipollas seguía bebiendo los vientos por ella. Hasta que se quedó embarazada de otro. Entonces aprovechó la excusa del embarazo para dejarme, para echar a perder todo el tiempo y esfuerzo empleado en la relación y para joderme los siguientes meses de existencia. Hasta que comprendí que no merece la pena ni preocuparse ni angustiarse por alguien que no lo hace por ti, y a quien no le importas lo más mínimo. ¿Sabes? En parte yo también tenía miedo cuando te conocí. Miedo porque no había sentido ni nadie me había hecho sentir lo mismo que sentí por Marga en su momento, nadie me había roto tanto los esquemas ni me había hecho plantearme que quizás debía darle una segunda oportunidad al amor. Y ahora doy las gracias al destino o a quien coño sea por ponerte en mi camino porque me has devuelto la ilusión por esto, por nosotros. Así que sólo me queda darte las gracias, siempre.
Suelta todo su discurso como si lo llevará ensayado y aprendido, mientras yo no puedo dejar de mirarle embobada y preguntándome donde había estado toda mi vida mientras la lágrimas descienden por mi cara a una velocidad vertiginosa. La diferencia es que antes lo hacían por pura desesperación y ahora también, sólo que la desesperación era porque necesitaba besarle más que nada en este mundo. Asi que tal cuál pronuncia la última palabra me lanzo a sus labios sin dejar ni que apenas coja aire. Y es ahí, en ese momento y en ese lugar donde me doy cuenta de lo muchísimo que lo había echado de menos, a él y a sus labios, y el momento en el que comprendo que no quiero separarme más de ellos.

EfímerosWhere stories live. Discover now