Capítulo 71

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Narra Adriana:
-Adriana: no puede ser, Carlos no se merece esto, y menos por mi culpa.
-Miki: ¿cómo que tu culpa? Nada de esto es tu culpa.
-Adriana: iba a comprarme un regalo por mi cumpleaños, si no hubiera ido a por nada nada de esto habría pasado.
-Isabel: cariño...eso no quiere decir que la culpa sea tuya, esto le podría pasar a cualquiera, se despertará.
-Adriana: ¿podemos entrar a verlo?
-Isabel: claro que puedes, ¿quieres que te acompañemos?
-Adriana: prefiero entrar sola...
-Isabel: como quieras cariño, te esperamos aquí fuera.
Me acerco poco a poco a la puerta de la habitación, temerosa de lo que podía encontrarme tras ella, y cuando abro me encuentro con una de las peores imágenes que podía haber visto, y no porque sea desagradable, sino porque ver a una persona que quieres así es de los peores golpes que alguien podría llevarse.
Está tendido en la cama, con mil cables colgando de sus manos e incluso de su cabeza. Con el rostro pálido y los ojos  cerrados. Esos ojos que algún día me transmitieron toda la vitalidad y el amor del mundo ahora están cerrados y no se si los volveré a ver. Intento no ahogarme con mis propias lágrimas y me siento a su lado en la camilla, con el máximo cuidado del mundo. Intento agarrar su manos pero me es imposible, de ella cuelgan mil cables que me lo impiden.
-Adriana: mi vida...no puedo creer que estés así. Nunca imaginé que tendría que verte en estas condiciones, aunque supongo que para todo hay una primera vez. No puedo evitar sentirme culpable por esto, y se que si estuvieras bien me dirías que estoy loca por creerlo, ojalá despiertes y pueda decírtelo, sería lo mejor que me podría pasar ahora. No pienso dejarte sola, me quedaré aquí los días y las noches que haga falta, y también se que te enfadarias si supieras eso porque dirías que voy a dormir incómoda, pero es que cariño, más incómoda me sentiría si estuviera en casa sabiendo que tú estás aquí. Y se que todo esto que te estoy diciendo no sirve absolutamente de nada, que no puedes escucharne ni responderme pero es lo único que puede consolarme. Te quiero, Carlos -le digo, para finalmente acercar mi cara a la suya lentamente y dejar un tibio beso en sus labios. Los besos no son lo mismo cuando no son correspondidos. Ni el amor. Pero confío y tengo la certeza de que va a despertar y entonces la daré todos los besos del mundo. O eso espero.

EfímerosWhere stories live. Discover now