Capítulo 63: Impulsividad al límite

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Maya caminaba en círculos en su habitación como león enjaulado, le dolían los brazos de tanto haberle lanzado dardos a una foto de Francesca Solano y aun así no podía descargar su frustración.

"Es el amor de mi vida y eso jamás cambiará".

Cada vez que recordaba las palabras de Giotto le daban ganas de llorar.

Pero ya no se contendría más, estaba harta de esa perra.

—Mario —dijo llegando hasta la oficina de la mano derecha de su padre—. Prepara el jet.

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Fran había pasado un par de días más tranquilos, parecía que el comer bien realmente la había ayudado un poco, hasta había usado su teléfono para ver youtube en lugar de solo escuchar música triste y revisar las redes sociales a ver si Giotto le mandaba algún mensaje.

Aquél día estaba caminando por Namimori con Kyoya, y le había convencido de que la acompañara a un starbucks a comprar algo para luego seguir paseando. Llegaron al parque, donde Fran se sentó en una banca y miró largamente a Kyoya que estaba frente a ella.

—¿Podrías ir a comprarme un onigiri al konbini? —preguntó Fran ladeando la cabeza.

—¿Quieres que vaya solo? —preguntó Kyoya arqueando las cejas.

—Es que ya me acomodé en la banca —respondió Fran mostrando los dientes, cosa que a Kyoya le pareció adorable (aunque jamás admitiría en voz alta).

Kyoya se habría negado, pero a final de cuentas, Fran estaba sonriendo de nuevo, aunque fuera un poco, y él no quería que esa sonrisa se esfumara, por lo que negando con la cabeza se giró para caminar hacia el konbini.

—¡Yaki Onigiri, por favor! —exclamó Fran esperando que Kyoya la hubiese escuchado.

Estuvo apunto de sacar su teléfono, pero en lugar de aquello, se decidió por respirar y apreciar el lugar, en vez de intentar encontrar algún posteo de Giotto en alguna red social que le diese señales de vida.

Esperó a Kyoya un rato cuando una chica rubia de aspecto extranjero caminó hacia ella. Fran supuso que sería una turista perdida por lo que le sonrió amablemente.

—¿Puedo ayudarte? —preguntó Fran en inglés.

Ante el silencio de la rubia, Fran se puso algo nerviosa, pues la miraba con el ceño extremadamente fruncido para ser una chica tan joven, o al menos parecerlo.

—¿Estás bien? —continuó Fran—. ¿Te pasó algo malo?

—¿Qué estás bebiendo? —preguntó la chica en italiano.

Fran se sorprendió por ambas cosas, el cambio de tema y el idioma en que le habló la chica, pero se decidió a simplemente responderle.

—Eh... un pumpkin spice latte —respondió Fran mirando su bebida.

Maya cerró los ojos aguantando la rabia. "Es una perra básica de tomo y lomo".

—Hay un starbucks a un par de cuadras si es lo que buscas —dijo Fran con una sonrisa amable.

Maya respiró sonoramente tratando de calmarse, recordando que había ido allí para confirmar que Fran era realmente "la mala del cuento".

—Estoy encuestando mujeres para un trabajo de la universidad. Soy estudiante de medicina —mintió perfectamente.

—Ya veo —dijo Fran con una sonrisa—. Bueno, cuéntame en qué te puedo responder.

Maya sacó su teléfono para fingir grabar la conversación. Inició con unas preguntas típicas de rutina previa a donar sangre para que Fran confiara en ella, como su edad, altura, peso, actividad deportiva, enfermedades de base y consumo de drogas.

Pacta Sunt ServandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora