Pacta Sunt Servanda

Capítulo 62: Escándalo en la mansión Vongola

Maya había pasado unos días durmiendo muy poco, pues se quedaba hasta tarde viendo distintas cosas sobre wedding planners y se levantaba muy temprano a ver otras, como iglesias y centros de eventos. Viendo vestidos de novias, telas y diseñadores. De hecho, se había hecho gran fan de Vestido de Novia de Discovery H&H.

Viendo una romcom un día de aquellos, se dio cuenta que podía hacer cosas para ir conociendo a Giotto poco a poco. Por lo que se le ocurrió pedirle al chef de la casa que la ayudara a hacer un pie de manzana para llevárselo de regalo a Giotto a la mansión Vongola.

Cuando logró terminarlo, lo dejó refrigerado para llevárselo el día siguiente, pues tendría que tomar un avión para ir a Sicilia, lugar donde estaba la mansión Vongola.

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G entró a la oficina de Giotto para encontrarlo con la cabeza metida en la laptop con evidentes ojeras oscuras.

—Decimo —lo llamó—. ¿No sería mejor que descanses?

Giotto negó con la cabeza.

—Prefiero trabajar, si no mantengo mi mente ocupada...

Entonces giró la mirada para ver el enorme cuadro que tenía en el centro, había una foto de él y Fran que encontraba particularmente linda y elegante, por lo que hacía años había mandado a pintarla para ponerla en su oficina*.

Sintiendo las lágrimas asomarse por sus ojos, dejó caer su cabeza sobre la laptop.

—Decimo —dijo G en tono triste acercándose a su mejor amigo—. Odio verte así.

Giotto levantó la cabeza limpiándose las lágrimas.

—¿Seguro que no quieres que nos encarguemos de llevarnos las cosas de tu ca...?

—¡NO! —exclamó Giotto interrumpiéndolo—. No... yo... en algún momento iré, pero... ahora no... no podría soportar llegar a casa, ver las cosas de Fran ahí... nuestras fotos, ¡Dios nuestras fotos!

—¿No te hace mal esto? —preguntó G tomando un pequeño marco de fotos que tenía Giotto en el escritorio.

El rubio se lo quitó inmediatamente aferrándose a él como si su vida dependiera de ello. El marco tenía una foto retrato de Fran cuando terminó su doctorado y guiñaba el ojo juguetónamente a la cámara.

La tenía contra su pecho y la alejó ligeramente para verla, acariciando suavemente el vidrio como si pudiera hacerle llegar su caricia a Fran.

—Perdí todo lo que amaba en la vida... —susurró Giotto.

G apretó los labios. Siempre luchó tanto para que Giotto fuera feliz a pesar de las circunstancias, por lo que ver a su mejor amigo así le partía el alma.

Con un horrible timing, se escuchó la voz de uno de los porteros en el pasillo.

—¡Ya le dije que no puede pasar sin autorización!

La puerta se abrió revelando a Maya que tenía una caja entre las manos que aparentaba ser alguna repostería.

—¡Hola, Giotto! —saludó alegremente.

—Perdone, Decimo —dijo el guardia con vergüenza.

—No se preocupe, Franco —dijo Giotto con una sonrisa tranquila dejando el marco en el escritorio—. Puede retirarse.

Franco hizo una inclinación con la cabeza y salió de la oficina.

—No puedes entrar aquí cuando quieras —dijo G cruzándose de brazos.