Capítulo 56: La verdad revelada

76 4 0
                                    


Fon ocultó su nerviosismo cuando escuchó la puerta abrirse, y sonrió con calma a la llegada de los 8 hombres.

—Joven Vongola —saludó al rubio.

Giotto pasó por su lado inclinando la cabeza a modo de saludo y caminó hacia la mesa para sentarse en la cabecilla. En la sala había una enorme mesa rectangular, frente a uno de los lados largos había una enorme pantalla.

En el centro de la mesa frente a la pantalla se sentó Giotto, a su derecha se sentaron G, Daemon y Knuckle. A su izquierda se sentaron Alaude, Asari y Lampo. Reborn se quedó tras ellos junto a la ventana de la habitación.

En los sitios restantes se sentaron los arcobalenos junto a Byakuran.

Verde encendió la pantalla e inició una videollamada que fue respondida en menos de un minuto. Al otro lado de la pantalla se encontraba Timoteo en su escritorio con Coyote de pie a su lado.

—Nono —lo saludó Giotto con formalidad haciendo una inclinación con la cabeza que fue repetida por Timoteo.

—Buenas tardes, Decimo —pronunció Coyote.

—Bien —dijo Giotto cruzando las manos sobre la mesa—. ¿De qué se trata todo esto?

—Permíteme, Vongola —dijo Byakuran con una sonrisa y tomó control del computador compartiendo pantalla para que Timoteo viera lo mismo desde Italia—. ¿Te suena esta cara?

En la pantalla apareció la foto de una mujer rubia, de mirada triste y bastante inocente.

Giotto entrecerró los ojos observándola bien antes de emitir su respuesta.

—No me suena de nada.

—¿Y a usted, nono? —preguntó Byakuran.

Timoteo negó con la cabeza.

Byakuran suspiró.

—¿Y ahora? —preguntó colocando una foto aparentemente de la misma mujer, pero con unos 6 o 7 años.

Giotto volvió a mirarla fijamente, pero tampoco sentía que la conocía. Para Timoteo fue lo mismo.

Byakuran no aguantó la risa.

—Bueno, eso explica mucho —dijo el peliblanco.

—¿A dónde quieres llegar, Byakuran? —preguntó Giotto directamente.

Byakuran volvió a reír antes de poner una mirada seria.

—Lo que ocurre, joven Vongola, es que esta señorita es la única hija de los Conti —Giotto asintió invitándolo a continuar—. Y al parecer el fortalecimiento de esta pequeña familia y su crecimiento en estos últimos años se debe a una sola cosa.

—Habla claro de una buena vez —dijo G ya molesto.

—Por supuesto —dijo Byakuran volviendo a sonreír—. Han estado haciendo tratos con familias ofreciéndoles llegar a formar parte de la alianza Vongola.

—¿Cómo? —preguntó Giotto.

—Por matrimonio —explicó Byakuran—. Su matrimonio... con usted.

Giotto arqueó ambas cejas.

—¿De qué estás hablando?

Pacta Sunt ServandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora