1. Cena en familia

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Dylan podría decir que ha tenido un verano interesante, que había salido de la ciudad y que había conocido nuevos lugares. Pero lamentablemente no había hecho ninguna de esas cosas, aunque no se quejaba.

Disfrutaba estar en casa con sus padres y su gata White —el nombre súper original— mientras hacían cualquier cosa muggle. Había resultado interesante el saber que él tenía magia. Había sucedido como 2 años después de haber sido adoptado por sus padres. Tuvo un estallido de magia accidental porque un niño le había metido el pie mientras jugaba en el parque. El niño se había reído de él y le hacía muecas groseras —lo más grosero que se podía ser a los ocho años—. Dylan se había enojado y sin que supiera cómo en aquél momento, la piel del niño se había vuelto de un color azul pitufo.

Sus padres estaban orgullosos por aquel brote de magia, pero también lo regañaron por haber hecho eso, después de haberle explicado todo lo que necesitaba saber. De su magia, de las cosas raras que le habían sucedido en el orfanato, y el niño por fin había comprendido todo.

Y fue en ese momento en el que Dylan ya no se sintió un fenómeno, a pesar de haber vivido dos años con sus padres. Fue en ese momento en el que supo que era especial, que no todos tenían la suerte de poseer magia en su interior, y no sólo de la que se hace en Hogwarts.

Porque Dylan era un alma pura, que intentaba ayudar a los demás sin dar nada a cambio. No se consideraba especial ni nada por es estilo, y no encontraba por ningún lado sus características Gryffindor. Siendo mejor amigo de Harry Potter —el niño que vivió—, Hermione Granger —quien sobresalía en todas las clases— y Ron Weasley —conocido por todos sus hermanos— él no se encontraba nada por lo que debía ser reconocido. Y aunque a él le gustaba estar en el anonimato, a veces sí se sentía deprimido, de una extraña manera, pero ese sentimiento estaba ahí. Pero amaba a sus amigos y no los cambiaría por nada, a pesar de haberlo metido en aquellas situaciones de muerte.

Se dejó caer en el sofá de los Weasley. Había llegado hacía como un minuto y sentía que Molly había triturado sus huesos con aquel efusivo abrazo que le había dado al llegar. Ahora su papá era quien lo recibía y su padre se burlaba de su esposo.

—¡Me alegra que estén aquí! —exclamó Molly sonriente.

—Gracias por la invitación, Molly. ¿Dónde están Ron y los gemelos? —preguntó Alexander.

—Fueron con Arthur a buscar a Harry, deberían volver pronto —añadió mirando el extraño pero genial reloj que tenían— bueno.. aún no está lista la cena..

—Oh no te preocupes —dijo Edward restándole importancia— acabamos de comer hace rato.

Dylan se levantó del sofá y fue hasta la jaula de White para dejarla salir. La gata ronroneó y se acarició en su pantalón.

—Eres una chipilona, ¿lo sabías? —inquirió Dylan acariciándola. Ella maulló como confirmándolo.

Pasos apresurados se escucharon por las escaleras. Dylan volteó en esa dirección y observó como una cabeza castaña se asomaba. Su mejor amiga.

—¿No vas a saludar a tu hermoso mejor amigo? —inquirió Dylan.

—Tengo tres. Especifica por favor —bromeó Hermione avanzando y se tiró abrazando a Dylan. El castaño le devolvió el abrazo, la había extrañado muchísimo.

Hermione había sido su primer amiga en su vida. La conoció en el expreso de Hogwarts, compartiendo asiento. Le había dado algo de miedo lo intensa que era, pero tenía un enorme corazón y le había sonreído, y eso era lo que Dylan había buscado desde niño.

—Estás más alto —comentó Hermione separándose.

—Se llama crecer, Mione.

Hermione saludó sonriente a sus padres, cosa que le sacó una sonrisa.

LOVE ME, harry potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora