39. La batalla del ministerio

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Dylan no sabía cómo demonios lo habían logrado, pero ahí estaban en el departamento de misterios, mientras recorrían las miles de estanterías que había en aquel inmenso lugar.

Justo después de que Umbridge amenazara a Harry con la maldición cruciatus, Hermione (que Dylan pensaba debía ganarse un premio), insinuó que Dumbledore tenía un arma secreta escondida en el bosque prohibido. Con esto, Umbridge se llevó a Harry y Hermione dejando a los demás en su despacho. Lograron salir gracias a los surtidos salta clases de los gemelos Weasley y junto a todos los demás, se montaron en Thestrals (idea de Luna) para llegar al Ministerio.

Por lo que ahí estaban: cinco Gryffindors, un Slytherin, dos Hufflepuffs y una Ravenclaw en busca de Sirius.

-Dijiste que era el pasillo número noventa y siete -susurró Hermione examinando todo.

-Sí -confirmó Harry, y Dylan miró hacia el extremo de la estantería que tenía más cerca. Debajo del candelabro con velas de llama azulada vio una cifra plateada: cincuenta y tres.

-Creo que tenemos que ir hacia la derecha -apuntó Hermione mientras miraba con los ojos entornados hacia la siguiente hilera-. Sí, ésa es la cincuenta y cuatro...

-Tengan las varitas preparadas -les advirtió Harry.

El grupo avanzó con lentitud girando la cabeza hacia atrás a medida que recorría los largos pasillos de estanterías, cuyos extremos quedaban casi completamente a oscuras. Había unas diminutas y amarillentas etiquetas pegadas bajo cada una de las esferas de cristal que reposaban en los estantes. Algunas despedían un extraño resplandor acuoso; otras estaban tan apagadas como una bombilla fundida.Pasaron por la estantería número ochenta y cuatro..., por la ochenta y cinco...

-¡Noventa y siete! -susurró entonces Hermione varios pasillos después. Se apiñaron alrededor del final de la estantería y miraron hacia el fondo del pasillo correspondiente. Allí no había nadie.

-Está al final de todo -dijo Harry, y notó que tenía la boca un poco seca-. Desde aquí no se ve bien.

Y los guió entre las dos altísimas estanterías llenas de esferas de cristal, algunas de las cuales relucían débilmente cuando ellos pasaban por delante.

-Tendría que estar por aquí cerca -afirmó Harry en voz baja.

-Harry... -murmuró Dylan en un murmullo. No había nadie ahí. Había sido una trampa.

-¡Harry! -exclamó entonces Ron.

-¿Qué?

-¿Has visto esto? -le preguntó Ron.

-¿Qué? -repitió Harry, pero esta vez con interés: tenía que ser alguna señal de que Sirius había estado en esa habitación, una pista. Se acercó a donde estaban los demás, un poco más allá de la hilera número noventa y siete, pero sólo vio a Ron, que examinaba atentamente las esferas de cristal que había en la estantería.

-¿Qué ocurre? -inquirió Harry con desánimo.

-Lleva..., lleva tu nombre -contestó Ron. Harry se acercó un poco más. Ron señalaba una de las pequeñas esferas de cristal que relucía con una débil luz interior, aunque estaba cubierta de polvo y parecía que nadie la había tocado durante años.

-¿Mi nombre? -se extrañó Harry. Se acercó a la estantería. Como no era tan alto como Ron, tuvo que estirar el cuello para leer la etiqueta amarillenta que estaba pegada en el estante, justo debajo de una de las esferas. Había una fecha de unos dieciséis años atrás escrita con trazos finos, y debajo la siguiente inscripción:

S.P.T. a A.P.W.B.D.
Señor Tenebroso
y (?) Harry Potter

-Harry, no creo que debas tocarla -murmuró Dylan sintiendo una opresión en el pecho.

LOVE ME, harry potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora