5. Ron siendo idiota

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A la mañana siguiente la tormenta se había ido a otra parte, aunque el techo del Gran Comedor seguía teniendo un aspecto muy triste. Durante el desayuno, unas nubes enormes del color gris del peltre se arremolinaban sobre las cabezas de los alumnos. Dylan examinaba su horario mientras comía una tostada.

-Hoy no está mal: fuera toda la mañana -dijo Ron pasando el dedo por la columna del lunes de su horario-. Herbología con los de Hufflepuff y Cuidado de Criaturas Mágicas... ¡Maldita sea!, seguimos teniéndola con los de Slytherin...

-Y esta tarde dos horas de Adivinación -gruñó Harry.

-Te dije que no la escogieras -le recordó Dylan.

-Siempre me dices lo mismo -se quejó Harry.

-Es que eres medio estúpido y no captas a la primera -se burló un poco. Harry abrió la boca ofendido.

-Eres un idiota.

-Pero me amas -le dijo guiñándole un ojo. Harry se le quedó mirando, con la mirada perdida, sin responder. Dylan frunció el ceño algo confundido- ¿Harry?

El ojiverde pareció volver en sí. Se sonrojó un poco y rápidamente volvió a su desayuno. Dylan levantó la vista y miró a Hermione confunido. Ella ocultó una sonrisa y negó.

Caminaron hasta Herbología, la primera clase del día. Habían plantas muy muy feas, según Dylan.

Desde luego, no parecían tanto plantas como gruesas y negras babosas gigantes que salieran verticalmente de la tierra. Todas estaban algo retorcidas, y tenían una serie de bultos grandes y brillantes que parecían llenos de líquido.

-Son bubotubérculos -les dijo con énfasis la profesora Sprout-. Hay que exprimirlas, para recoger el pus...

-¿El qué? -preguntó Seamus Finnigan, con asco.

-El pus, Finnigan, el pus -dijo la profesora Sprout-. Es extremadamente útil, así que espero que no se pierda nada. Como decía, recogerán el pus en
estas botellas. Tienen que ponerse los guantes de piel de dragón, porque el pus de un bubotubérculo puede tener efectos bastante molestos en la piel cuando no está diluido.

Exprimir los bubotubérculos resultaba desagradable, pero curiosamente satisfactorio. Cada vez que se reventaba uno de los bultos, salía de golpe un líquido espeso de color amarillo verdoso que olía intensamente a petróleo. Lo fueron introduciendo en las botellas, tal como les había indicado la profesora Sprout, y al final de la clase habían recogido varios litros.

-La señora Pomfrey se pondrá muy contenta -comentó la profesora Sprout, tapando con un corcho la última botella-. El pus de bubotubérculo es un remedio excelente para las formas más persistentes de acné. Les evitaría a los estudiantes tener que recurrir a ciertas medidas desesperadas para librarse de los granos.

-Como la pobre Eloise Migden -dijo Hannah Abbott, alumna de
Hufflepuff, en voz muy baja-. Intentó quitárselos mediante una maldición.

-Una chica bastante tonta -afirmó la profesora Sprout, moviendo la
cabeza-. Pero al final la señora Pomfrey consiguió ponerle la nariz donde la tenía.

El insistente repicar de una campana procedente del castillo resonó en los húmedos terrenos del colegio, señalando que la clase había finalizado, y el grupo de alumnos se dividió: los de Hufflepuff subieron al aula de Transformaciones, y los de Gryffindor se encaminaron en sentido contrario, bajando por la explanada, hacia la pequeña cabaña de madera de Hagrid, que se alzaba en el mismo borde del bosque prohibido.

Hagrid los estaba esperando de pie, fuera de la cabaña, con una mano puesta en el collar de Fang, su enorme perro jabalinero de color negro. En el suelo, a sus pies, había varias cajas de madera abiertas, y Fang gimoteaba y tiraba del collar, ansioso por investigar el contenido. Al acercarse, un traqueteo
llegó a sus oídos, acompañado de lo que parecían pequeños estallidos.

LOVE ME, harry potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora