7. Desilusión

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-Weasley, ponte bien el sombrero -le ordenó la profesora McGonagall a Ron-. Patil, quítate esa cosa ridícula del pelo.

Parvati frunció el entrecejo y se quitó una enorme mariposa de adorno del extremo de la trenza.

En ese momento, todos los alumnos esperaban impacientes a la llegada de los alumnos de los otros colegios. Dylan tenía más hambre que otra cosa a decir verdad. Tenía curiosidad por conocer a magos de distintos lugares, pero hacía frío y quería comida.

-Son casi las seis -anunció Ron, consultando el reloj y mirando el camino que iba a la verja de entrada-. ¿Cómo piensan que llegarán? ¿En el tren?

-No creo -contestó Hermione.

-¿Entonces cómo? ¿En escoba? -dijo Harry, levantando la vista al cielo estrellado.

-Sí Harry. Harán un camino de muchas horas montando en una escoba, que es el transporte más cómodo del mundo -se burló un poco Dylan. Harry le dio una mala mirada.

-¿En traslador? -sugirió Ron-. ¿Pueden aparecerse? A lo mejor en sus países está permitido aparecerse antes de los diecisiete años.

-Nadie puede aparecerse dentro de los terrenos de Hogwarts -explicó Hermione con voz cansina de tanto haberlo repetido.

Escudriñaron nerviosos los terrenos del colegio, que se oscurecían cada vez más. No se movía nada por allí. Todo estaba en calma, silencioso y exactamente igual que siempre. Dylan cambiaba su peso de un pie a otro, con las manos en los bolsillos.

Y entonces, desde la última fila, en la que estaban todos los profesores, Dumbledore gritó:

-¡Ajá! ¡Si no me equivoco, se acercan los representantes de Beauxbatons!

-¿Por dónde? -preguntaron muchos con impaciencia, mirando en diferentes direcciones.

-¡Por allí! -gritó uno de sexto, señalando hacia el bosque. Una cosa larga, mucho más larga que una escoba (y, de hecho, que cien escobas), se acercaba al castillo por el cielo azul oscuro, haciéndose cada vez más grande.

-¡Es un dragón! -gritó uno de los de primero, perdiendo los estribos por completo.

-No seas idiota... ¡es una casa volante! -le dijo Dennis Creevey.

La suposición de Dennis estaba más cerca de la realidad. Cuando la gigantesca forma negra pasó por encima de las copas de los árboles del bosque prohibido casi rozándolas, y la luz que provenía del castillo la iluminó, vieron que se trataba de un carruaje colosal, de color azul pálido y del tamaño de una casa grande, que volaba hacia ellos tirado por una docena de caballos alados de color tostado pero con la crin y la cola blancas, cada uno del tamaño
de un elefante. Las tres filas delanteras de alumnos se echaron para atrás cuando el carruaje descendió precipitadamente y aterrizó a tremenda velocidad. Entonces golpearon el suelo los cascos de los caballos, que eran más grandes que platos.

Un muchacho vestido con túnica de color azul pálido saltó del carruaje al suelo, hizo una inclinación, buscó con las manos durante un momento algo en el suelo del carruaje y desplegó una escalerilla dorada. Respetuosamente, retrocedió un paso. Entonces Dylan vio un zapato negro brillante, con tacón alto, que salía del interior del carruaje. Era un zapato del mismo tamaño que un trineo infantil. Al zapato le siguió, casi inmediatamente, la mujer más grande que Harry había visto nunca. Las dimensiones del carruaje y de los caballos quedaron inmediatamente explicadas. Algunos ahogaron un grito.

Dumbledore comenzó a aplaudir. Los estudiantes, imitando a su director, aplaudieron también, muchos de ellos de puntillas para ver mejor a la mujer. Sonriendo graciosamente, ella avanzó hacia Dumbledore y extendió una
mano reluciente. Aunque Dumbledore era alto, apenas tuvo que inclinarse para besársela.

LOVE ME, harry potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora