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Se escondió detrás de una pila de escombros y basura, escuchó como esos maleantes de baja categoría corrían a un lado,  pasaban por un costado de su ubicación e ignoraban que se refugiaba allí. Eran unos idiotas, pero eran al menos cinco y estaban jodidamente armados. Escuchó como hablaban entre si, planeaban dividirse para buscarlo. Angel rodó los ojos mientras revisaba las tarjetas de crédito y dinero que ocultaba dentro de su abultado pecho, dónde su vestido lo apretaba demasiado fuerte para mantener todo ajustado y nada pudiera caer al piso.

Imbéciles.

Murmuró al escuchar como se alejaban algunos a las corridas y otros al parecer se acercaban a su dirección. Suspiró y luego de acomodar sus prendas negras y provocativas, tomó su celular por debajo de su ropa. Marcó un número, al mismo tiempo que empezó a correr hacia un mejor escondite o hasta encontrar un callejón oscuro para refugiarse.

Escúchame, no tengo mucho tiempo. Me persiguen.

El plan era más o menos ese y si lograba escapar con éxito, estaría en paz al menos unos días. El dinero era para Valentino, como la gran mayoría de dinero que podía obtener de sus clientes. Pero ese era el primer día de su rebelión, asesinó al viejo rico con el que se divirtió un rato y le robó hasta el último centavo. Se podría sustentar con eso un tiempo hasta que el resto del plan pudiera ejecutarse. Angel se ocultó detrás de la pared de un callejón, un demonio de grandes cuernos pasó corriendo a su lado y al parecer no notó su presencia. Otra cosa normal, su olor era casi tan nulo como el de un beta. Y era jodidamente útil en una situación como esa.

Son bastantes.

Murmuró en medio de la conversación telefónica. Se asomó un poco por el paredón y, al parecer, la vista estaba despejada. Los suelos de la ciudad estaban mojados y cubiertos por un barro oscuro causado por una mezcla de tierra y agua. Angel observó con asco sus tacones altos, se habían arruinado de tanto correr y su vestido estaba bastante maltratado también.

No estoy en la ciudad, Angel. No puedo llegar a tiempo.

—¿Dónde mierda estás?

La araña se peinó el cabello con más tensión que antes. Sabía que Tyco estaba fuera, pero no pensó que tan lejos y por tanto tiempo. Quizá su viaje se complicó, calculaba que por esos días ya estaría en la ciudad. El imprevisto le estaba jodiendo la paciencia. Entonces, ¿Estaba solo y se las tenía que arreglar solo? Bueno, no sería la primera vez.

De repente, unas cadenas le sujetaron la cintura y lo envolvieron fuertemente al borde de asfixiarlo.

Lo arrojaron al piso con fuerza luego de jalarlo con enorme violencia, Angel jadeó adolorido y quiso liberarse con sus manos bajas que solían estar escondidas, pero dos demonios sujetaron cada uno de sus brazos para mantenerlo quieto sobre el suelo. El jefe del grupo sacó una navaja de su bolsillo y liberó el filo brillante del metal. Angel forcejeó, pero tuvo que reconocer que esos imbéciles contaban con mayor fuerza física. No paraban de reirse, esa clase de risitas cómplices que indicaban que antes de llevarlo con Valentino, iban a tratar de divertirse con su cuerpo. Eran unos jodidos animales de mierda.

El jefe se arrodilló ante el cuerpo de Angel, quien solo lo miraba de mal humor. Entonces, ese demonio cortó el vestido negro que apretaba y delineaba su delgada y delicada figura. Liberó su vientre plano para empezar a deleitar su tacto y manosear esa piel suave. Pero justo en ese instante...

La marca. El sello sobre su vientre de tres aureolas de un color púrpura bastante notable, como un tatuaje que marcaba una propiedad. Era la marca de la que tanto se rumoreaba. Se suponía que era un mito. Pero al parecer si era real, Valentino poseía esa clase de habilidad de todas formas. Ni siquiera era una marca común como las que los alfas proporcionaban a los omegas para proclamarlos como suyos. Era diferente, singular, Angel quizá era el único omega que Valentino había condenado por toda la eternidad.

Cinnamon's Radio [ RadioDust ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora