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La convivencia no había sido exactamente la mejor. Desde que eran humanos, cada uno de ellos fue criado de manera estricta y en un ambiente lo suficientemente duro como para haber aprendido a cuidarse a sí mismos a su manera. Su padre y el resto de sus colegas fueron sus mentores en vida, sus habilidades crecieron y, como era de esperarse, desarrollaron personalidaades opuestas, carácteres que solían chocar demasiado.

Arackniss era el más inflexible y duro de tratar, pero había aceptado el trato pensando únicamente en sus beneficios personales. Su aceptación solo era el comienzo de un tormentoso camino, porque ahora resultaba ser un traidor para el cartel de Henroin.

Molly buscó en el cajón de la cocina el resto de pastillas azules que mantenía en el interior de un frasco. Y luego de servirse algo de agua, comenzó a tragarlas una por una. Ella era una omega como cualquier otra y al ser una mujer, había sentido en carne propia las desdichas que significaban ser una omega en ese terrible infierno en el cual vivían. Podía comprender a Angel y empatizar con todo lo que había sufrido por tantos años.

Se giró hacia la mesa del comedor y dio algunos pasos lentos hasta tomar asiento, aún con el vaso entre sus manos. Angel parecía contar con exactitud la cantidad de pastillas de colores sobre la mesa, sentado frente de su hermana. Los supresores eran bastante difíciles de conseguir, sobre todo los de calidad y sobre todo los que eran creados para los omega. Un alfa podía tomar supresores, pero no eran ni la mitad de costosos que los de los omega. Para los de su naturaleza, las cosas siempre eran el doble de difíciles porque vivían en una injusta sociedad en dónde ellos eran vistos como los seres más inútiles e inferiores.

¿Aún tienes los suficientes?

El edificio donde habitaban los tres estaba vacío, los departamentos eran una especie de fachada y ellos se ubicaban en el segundo piso. No podían revelar una ubicación evidente, no podían ser descubiertos por nadie y esa era otra de las razones por la cual vivían en uno de los barrios más pobres del cuarto círculo del infierno. Ante el más mínimo lujo vistoso, podrían ser descubiertos fácilmente tanto por los hombres de su padre como por aliados de Valentino.

Angel sostuvo las pastillas entre sus manos y las observó por varios segundos con una expresión carente de sentimientos en su rostro.

Los tengo. Pero mi celo llegará en semanas. La potencia de mis feromonas se reduce por los supresores. Aún así, es difícil de llevar.

Son cosas que los omega debemos soportar, ¿Eh?

Molly sonrió de mala gana y envidió un poco la fortaleza de su hermano.

Ella llegó al infierno tiempo después que él. Pero no pudo ayudarlo ni involucrarse contra ese demonio que lo utilizó por tanto tiempo. Por años, estuvo bajo la protección de su padre sin ningún propósito, creyendo que la vida en el infierno debía ser un calco o un estigma de la pesadilla que había pasado en vida. Se sometió como la omega que era, porque no sabía de qué otra forma vivir. Pensó que esa era su condena eterna por mucho tiempo. Ser solo una sombra de la familia criminal que tanto odiaba y obedecer sin resistirse ante nada.

Todo eso acabó cuando Angel, aún en el peor de sus momentos, la buscó y se refugiaron en el contrario para salir adelante. Su determinación y su valor, luego de ser quebrado infinidad de veces, era algo que envidiaba de él. Molly pensaba que ella nunca hubiera sido capaz de superar todas las penurias por las que él había pasado. Pero al mismo tiempo, él no había sanado su dolor. Se mostraba firme y seguro, con un solo objetivo en mente, pero en el fondo ella podía notar que su omega estaba incompleto, herido y sobre todo, muy dolido y resentido ante aquellos que se encargaron de dañarlo.

Has cambiado tanto, Angel. ¿No quieres buscar...? Tú sabes. Algo con lo cuál saciarte.

Habían pasado tres largos años desde que sus caminos se habían cruzado nuevamente. Y como demonios que a veces eran guiados solo por sus necesidades e instintos, le resultaba extraño que en todo ese tiempo, él jamás hubiera acudido a volver a estar con nadie. Ni siquiera para utilizarlos y saciar su hambre de sexo. Angel comenzó a guardar las pastillas en algunos pequeños frascos, luego pasó a observar a Molly claramente desinteresado.

No necesito a ningún demonio. Y permito que Arackniss esté cerca solo porque es mi hermano y me sirve. Pero si no fuera por eso, sabes lo que pienso de los alfa.

Se puso de pie y caminó hasta la nevera, pudo servirse una copa de vino tinto de la botella que retiró de allí y degustó el sabor amargo de la bebida que se paseó lentamente por su garganta. Cuando terminó de beber algunos sorbos, observó detenidamente la copa de cristal en su mano.

Nosotros los omega... hemos sido humillados y repudiados, utilizados para concebir y para ser desechados como basura. Se aprovechan de nuestro celo, se lucran con nuestros cuerpos.

Recordó cada momento en los clubes, en los burdeles, en los grotescos espectáculos que debía ofrecer él y el resto de sus compañeras omega bajo el poder de su amo, de su proxeneta. Cada rastro de humillación, de dolor, miseria...

La decadencia de las almas en su punto más alto. Y sufrió en silencio por sus compañeras que aún seguían en las garras de ese putrido y asqueroso ser. Las recordó cuando lloraban, cuando entre ellos se sanaban sus heridas, los hematomas en sus rostros, el semen de desconocidos regados por sus cuerpos. Val no solo asesinó a Tyco, no solo se encargó de hacer su vida miserable por ese acontecimiento desafortunado. Él arruinaba las almas de muchos demonios en el infierno y no podía simplemente ignorar todo aquello sin hacer nada.

Valentino me robó décadas de mi tiempo porque cuando llegué aquí, estaba solo, estaba asustado, era ingenuo y desconocía las reglas del infierno. Pero no voy a permitir que eso le suceda a ningún omega otra vez. Nosotros somos más que cualquier cosa que quieran los alfa.

Molly escuchó cada palabra cargada de rabia y dolor, de un sufrimiento que parecía crecer día a día. No era algo sano y contaminaba su alma, el odio que le tenía no solo a Valentino, sino al resto de los alfa que se creían superiores. Pero pudo comprenderlo, porque ella era una omega que había creído por años que su destino era obedecer y ser sumisa ante los deseos de los alfa.

Se cree que tiene el poder de todo el infierno. Cuando lo encuentre, le haré pagar con su vida lo que me hizo a mí, a Tyco... y a todos.

Angel abandonó la habitación, atravesó la cocina y llegó a su propio cuarto. Se encerró dentro y tomó asiento en su cama. La ventana tenía la persiana rota, pero baja para que la luz no ingresara en totalidad al interior.

Claro que su determinación era grande. Era lo único que lo hacía sentir fuerte. Quería ser fuerte. Porque si volvía a mostrarse vulnerable ante cualquiera, si volvía a dejar entrar a cualquiera, lo volverían a derrumbar.

Abrió el cajón de la mesa al costado de su cama y rebuscó un poco entre sus pertenencias.

Era un secreto. Pero le hacía sentir mejor. No sabía si mentalmente, pero al menos su omega dejaba de llorar si escuchaba su voz. Y eso le tranquilizaba... le hacía daño, mucho. Pero por un poco más de tres horas, escucharlo causaba que su alma sintiera una paz y un alivio que nadie más podía otorgarle.

Estaba mal.

Angel se abrazó a la radio que cargaba unas baterías viejas y que estaba dañada por su antigüedad. Pero se acurrucó en medio de la cama, sintonizando exactamente a la hora de siempre la misma voz que necesitaba para vivir. Era como una droga. No, honestamente ni siquiera necesitaba drogas si podía escapar de la realidad de una forma tan surrealista como esa.

Lloró como cada día que escuchaba su voz, pero trató de ahogar sus sollozos cubriéndose la boca para que nadie más lo escuchara. Apretó el aparato viejo con fuerza contra su pecho. Y se preguntó como todas las noches, si Alastor lo había olvidado. Porque Angel, sin duda alguna, no podía hacerlo.

Cinnamon's Radio [ RadioDust ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora