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Alastor.

La suave voz de Charlie detuvo el caminar del demonio mencionado, quien giró de inmediato para prestarle atención y sonreírle como habitualmente lo hacía. Se estaba paseando por las instalaciones del hotel y Charlie quería hablar con él desde hace unas semanas porque las cosas habían estado muy extrañas con respecto a Angel. Se sentía muy preocupada y la araña no cruzaba palabras con nadie, se limitaba a estar encerrado desde aquella noche que volvió junto con Alastor sin decir ni una sola palabra.

Debes saber lo que le sucede a Angel. No sale de su habitación... Apenas y come. ¿Qué fue lo que pasó?

El ciervo agudizó su mirada hacia ella, marcando algunos segundos de silencio entre ambos. No era algo sencillo de explicar, no quería intervenir mucho en el duelo que estaba sufriendo porque sabía que en ese momento tan duro, no querría estar con nadie y necesitaba mucho tiempo para poder procesar lo sucedido. Pero la rubia estaba muy preocupada por su huésped, del cual había prometido cuidar día tras día hasta que se pudiera recuperar y pudiera enderezar su vida.

Intentaré hablar con él, querida.

Alastor acarició la cabeza de la pequeña e inocente Charlie, a veces no podía llegar a comprender el grado de amabilidad que poseía o porque era como un ángel la mayoría del tiempo. Pero no hacía daño y su ingenuidad y estupidez le llegaba a dar entre lástima y ternura. Se alejó de ella y caminó escaleras arriba para visitar la habitación de Angel, a pesar de que sabía que no sería bien recibido luego de todo lo que había pasado.

La araña estaba sufriendo un lapsus de dolor y rabia, también de culpabilidad y muchas otras emociones negativas y no tenía idea de cuánto tiempo le tomaría asumir todo lo que sucedió. Debía corroborar su estado al menos, para dejar tranquilas a las chicas y revisar que no hubiera hecho nada estúpido en sus momentos de soledad y depresión.

Abrió la puerta de su habitación, era increíble que estuviera destrabada y sin seguro. Y solo pudo observar las ventanas cerradas y la oscuridad lúgubre de su interior. Por supuesto, Angel estaba sobre su cama y permanecía sentado, abrazando sus rodillas.

Él no tenía a nadie más, no confiaba en nadie del hotel, y la única persona que le había otorgado algo de protección y estima real, había desaparecido para siempre. ¿Qué tan perdida podía sentirse un alma en su estado máximo de miseria? Alastor entró a la habitación y encendió las luces, cerrando por detrás la puerta y reposando su espalda contra la madera.

Desde el momento en que volvieron al hotel, Angel parecía odiarlo como nunca había odiado a nadie. Y eso era porque hubiera preferido un millón de veces morir en garras de Valentino antes de seguir teniendo una existencia miserable sin Tyco. Que Alastor lo hubiera salvado no era más que un suplicio, era lo peor que pudo hacerle porque ya no quería seguir permaneciendo en un mundo así de cruel y espantoso, sin el único demonio que lo amó de verdad.

Debiste dejar que me marcara.

La araña reconoció el aroma de Alastor y su presencia en su habitación. Levantó su mirada hacia él y lo observó aborreciéndolo con toda su alma. Sus ojeras estaban demasiado marcadas debajo de sus ojos y al mismo tiempo, sus párpados estaban hinchados luego de llorar noches enteras y no poder dormir casi nada. Estaba pasando por un estado de tristeza que le estaba consumiendo todo el cuerpo y la mente, no tenía ni siquiera la capacidad de levantarse o intentar salir para complacer sus adicciones. Él ya no quería nada de eso, ya no le veía ningún sentido a nada de lo que pudiera hacer.

No existía ninguna forma de remediar o revertir su destino. Su condena eterna. Quería hundirse hasta el fondo, no había ni una sola razón para volver a levantarse y tratar de salir adelante.

Cinnamon's Radio [ RadioDust ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora