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¡Angel!

Vaggie pudo verlo descender desde las escaleras esa mañana y quiso detenerlo para poder hablar explícitamente de la escena de hace un par de días. Había creado un escándalo o algo así. La forma en como se compenetraba con Alastor y como se unían en una danza que parecían unificar ambas almas pecadoras, era increíble. Y también era sospechoso y no quería pensar en la peor posibilidad. Pero junto a Charlie, habían sacado las peores conclusiones existentes.

Aún así, viniendo del demonio radio, no podía ni siquiera imaginar que hubiera un vínculo sentimental entre los dos sin que el pobre de Angel no saliera afectado de una forma negativa. La escena armada la dejó perpleja y preocupada al igual que a su novia, por eso debía averiguar de primera mano qué era lo que estaba pasando.

De repente y casi por instinto, se detuvo a un par de metros de la araña y frenó los pensamientos y preocupaciones que estaban taladrando su mente. Su aroma. Se trataba de su fuerte aroma de omega, nunca había notado sus feromonas hasta ese momento.

Abrió su ojo pasmada ante la indudable sensación de alfa que recorrió todo su cuerpo y permaneció congelada en su lugar, tratando de no sucubir ante sus instintos. Era una presencia que jamás había notado antes en Angel, tan fuerte y al mismo tiempo agradable. Temió que todos los nuevos residentes del hotel también notaran eso, porque los alfa de allí no se iban a controlar al sentir sus feromonas y eso representaba un gran peligro para él.

Tu aroma... es fuerte. Ven aquí.

Angel se detuvo cuando la morena le sostuvo el brazo y lo jaló hacia un rincón oscuro del hotel. Él había notado como las almas pecadoras se le quedaban mirando más de lo normal, pero solo algunos cuantos. Los alfa se habían dado cuenta de que sus feromonas se podían percibir a diferencia de antes y la araña sabía que era un gran problema. Torció una mueca de inseguridad, porque nunca había lidiado con esa clase de desventajas antes, no sabía que tan peligrosos podrían resultar los impulsos de otras personas sobre él ahora que la mayoría podía percibir su esencia de omega.

Supresores.

Vaggie le entregó una pequeña bolsa con varias pastillas de colores que encontró en uno de los armarios, ubicado en ese rincón del hotel. Depositó los medicamentos en sus manos, mirándolo a los ojos y suspirando algo preocupada por el repentino cambio hormonal que estaba presentando. No sabía porque su aroma se sentía tan fuerte desde hace tan poco, le era extraño. Pero por ahora, era mucho más importante preservar su seguridad en el hotel y tomar esa medida drástica.

Hay muchos alfa y no tienes una marca. Es peligroso. Es mejor cuidarte de este modo, eres un omega después de todo.

Le explicó con paciencia mientras que Angel asentía débilmente, sujetando las pastillas y sabiendo que su vida como la de cualquier omega empezaría desde ese momento en adelante.

Esa clase de supresores también reducían la intensidad del celo de los omega y funcionaban como anti conceptivos ante la posibilidad de preñarse, las pildoras tenían el propósito de aliviar esos síntomas para que no fueran tan insufribles como todos siempre se lo describían. Por ahora, sus feromonas podrían ser controladas con ellas.

Observó las pastillas detenidamente y admiró sus colores brillantes y la cantidad excesiva con la que contaba. Nunca pensó que las usaría en algún momento, su libertad absoluta se acercaba con prisa gracias a los movimientos de Alastor.

Pensó en el ciervo y entrecerró sus ojos con inquietud.

Su cuerpo y su mente habían dejado de estar en sincronía desde que besó sus labios. Su cabeza suplicaba a gritos que se alejara por su estabilidad mental, pero su cuerpo... Su cuerpo rogaba a más no poder volver a besarlo y estrujarlo como si no existiera otro alfa en el infierno. Vaggie lo agitó para que despertara de su laguna mental, haciéndolo volver a la realidad a la fuerza.

Cinnamon's Radio [ RadioDust ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora