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Señor. Sorpréndame.

A pesar de que su vestido fue improvisado en pocos minutos, las miradas indiscretas hacia el atributo de su pecho y a sus largas piernas descubiertas se hacían notar demasiado. En aquel bar, pasando la medianoche, Angel le sonrió coqueto al bartender que parecía una especie de demonio con más de seis brazos (con probablemente la forma de un pulpo algo deforme). Sin embargo, el pecador le dirigió una mirada bastante perversa a la araña y le entregó una vaso de cristal repleto de whisky y una pequeña bolsa de la cocaína que siempre consumía en el lugar.

Era sabido que Angel conocía cada club y cada bar de mala muerte en toda la ciudad, no había sitio nocturno que no hubiera visitado. Había levantado clientes de todas partes y se había memorizado los puntos fuertes para conseguir droga como si cada lugar hubiera sido tatuado en la palma de su mano. Pagó con algunos billetes de gran valor lo que consumiría esa noche y comenzó con la diversión. Las drogas eran demasiado costosas y aunque portaba dinero robado, sabía que no debía malgastarlo mucho porque debía ahorrar. Si, una pequeña bolsa y un trago estarían bien.

No sostuvo su palabra por más de media hora porque volvió a beber una copa de ron puro. Volvió a pagar y volvió a comprar otra bolsa de oro blanco, línea tras línea fue consumida y agradeció al menos poder utilizar una fina tarjeta para acomodar el polvo blanco sobre la barra.

Mientras la noche avanzaba, Angel percibió que los demonios llegaban en más cantidad y que la zona reservada para tener sexo, es decir, la parte oscura de atrás decorada con sillones elegantes y algunas luces tenues, se estaba haciendo tentadora con el solo objetivo de ganar unos billetes extras. No era como si quisiera malgastarlo en drogas, claro que no, debía ahorrar dinero. Necesitaba mucho para cuando se marchara del hotel.

Bastante ebrio y colocado, se dirigió a la zona restringida y empezó a coquetear con algunos demonios que no dejaban de mirarlo. Claro, nadie sabía que había huido de Valentino. Todos lo veían como su protegido y por eso de alguna forma, le tenían el suficiente respeto para no sobrepasarse de una manera descarada. Angel caminó en medio de los demonios que rodeaban los sillones costosos y miró a cada uno de ellos con una sonrisa soberbia. Eran postres y podía elegir a cualquiera para arrancarle todo el dinero que quisiera. ¿Y para qué mentir? Necesitaba que lo hicieran sentir bien, las necesidades de su cuerpo lo estaban quemando, su ninfomanía era fuerte y le hacía sufrir una abstinencia parecida a la que sufría cuando no consumía cocaína por mucho tiempo.

En el momento que eligió a su presa y se sentó sobre su regazo, gimió cuando fue capturado por las manos de ese demonio y empezó a lamerlo y a tocar su pecho y sus piernas. Angel se sintió bastante necesitado de placer y, aunque tuviera relaciones todo el tiempo, todos siempre le mencionaban que era muy estrecho y sensible a comparación de otras prostitutas. Empezó a montar al demonio, se bajó la ropa interior y se mordió los labios, dejando caer su cabeza hacia atrás.

Siempre se preguntó que se sentiría tener un periodo de celo.

Si su cuerpo era sensible sin tenerlo, si podía venirse muchas veces por noche con distintos tipos de estímulos y con bastante facilidad...

¿Tener un celo lo haría enloquecer de placer?

El pensamiento lo excitó lo suficiente como para continuar cabalgando con mas énfasis. La noche siguió su rumbo mientras la araña seguía eligiendo cada hombre que codiciaba su cuerpo como si se tratara de un lujoso manjar. Nadie lo tocaba con violencia, nadie lastimaba su cuerpo y mucho menos se atrevían a pensar en marcarlo. Porque la marca en su vientre seguía representando a Valentino, todos pensaban que seguía siendo parte de su propiedad y cualquiera que hiriera su piel o se sobrepasara, lo lamentaría eternamente.

Cinnamon's Radio [ RadioDust ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora