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Permaneció abrazando sus rodillas en aquella esquina, sucio y deshecho, mientras todos los demonios pecadores pasaban de un lado a otro. El sonido de las bocinas de los autos siempre lo aturdía, al igual que los gritos fuertes y el hedor a basura podrida cerca del callejón dónde se encontraba.

Era un terreno desconocido.

Sabía que había cometido crímenes terribles y que merecía descender. Pero nunca imaginó que el infierno era un lugar así. Algo tan parecido a la realidad humana, con ciudades, vicios y la misma decadencia. Aunque, pensándolo bien, era mucho peor porque la sociedad estaba separada en jerarquías y en instintos. Desde que supo que era un omega y desde que fue juzgado para contraer su apariencia animal, todo parecía ir de mal en peor.

No tenía a nadie, estaba solo, abandonado a su suerte. Todos buscaban dañarlo, abusar de él y romperlo de cualquier forma. Vivió como un indigente sin saber que rumbo tomar, perdido, confundido y no comprendiendo bien cuáles eran las reglas que debía seguir para sobrevivir en los círculos del infierno.

Angel se abrazó más a sus largas piernas de araña, apenas y podía comprender porque poseía ese cuerpo tan extraño y porque todos poseían apariencias tan espeluznantes. Pero solo le quedaba seguir durmiendo en las calles hasta que ya no tuviera la suerte de salvarse y algún día lo violaran hasta matarlo. La gente podía morir, por lo que había escuchado, y las almas se reducían a la nada misma luego de eso. Hasta ese momento no había experimentado ningún exterminio, su llegada era muy reciente. Pero esperaba que su alma fuera una más de las que desaparecían una vez al año.

Esa existencia era horrible y era una condena por haber cometido tantos errores en la tierra. Pero ya no soportaba ser solo un cuerpo animal, mendigando dinero y comida para sobrevivir. La muerte era mucho más tentadora de lo que hubiera pensado alguna vez.

—Oh... ¿Qué tenemos aquí?

Alzó un poco su rostro cubierto con algunos manchones de tierra al escuchar esa voz. De inmediato, una mano con grandes garras sujetó su mentón y lo obligó a ver a los ojos a aquel demonio tan omnipotente y elegante.

Era alto y su apariencia llamaba demasiado la atención en sus alrededores, llevaba un saco de pieles costoso y unos lentes de corazón que hacía resaltar el brillo de sus ojos rosados. Su sonrisa era muy intimidante y su diente de oro relucía entre la oscuridad. Angel lo observó con ojos grises y sin vida. ¿Qué más daba morir en manos de cualquiera? El infierno se trataba de sufrimiento y de pena, ya nada importaba de todas formas.

—Un diamante en bruto.

Tarareó Valentino al haber encontrado a una belleza como Angel en una calle tan transitada, siendo totalmente ignorado por todos los demonios que se paseaban de un lado a otro. Poseía una piel demasiado suave al tacto, un cuerpo delgado y precioso y unos ojos bicolor que serían una rareza deliciosa para incontables almas pecadoras. Valentino vio un auténtico diamante en bruto, encontró un tesoro sucio y roto, pero supo que solo debía limpiarlo y amoldarlo un poco al ambiente del infierno. Con su ayuda, lo haría florecer y lo haría brillar como debía.

Le sonrió muy confiado y supo por su aroma que se trataba de un omega. Estaba muy descuidado y parecía no haber ingerido alimentos por bastante tiempo. Era deplorable y triste, debía pulir esa joya valiosa para que fuera de su propiedad y aprovechar al máximo que se encontraba roto para que le entregara toda su lealtad y obediencia. Valentino sería su salvador en un infierno despiadado y cruel, le enseñaría el juego y las reglas que debía seguir a partir de ese momento.

Los años pasaron como si se trataran de semanas, de meses.

Angel Dust presumía la marca brillante en medio de su vientre. Esa noche se vistió con ropas elegantes y portó una peluca de cabellera larga y rubia. Solía jugar con su género solo para complacer a sus clientes, para demostrar de lo que era capaz en los escenarios y para rentar a cada morboso y pervertido del lugar. Eligió aquel nombre, porque murió de una sobredosis en la tierra y porque era un adicto empedernido y sin escrúpulos. Angel aprendió el juego y aprendió todo lo que se necesitaba saber sobre el infierno, porque Valentino era su maestro y su guía, al único que tenía en ese mundo para poder seguir de pie. Le dio todo y fue su protector y su jefe.

Cinnamon's Radio [ RadioDust ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora