Cinnamon's Radio [ RadioDust ]

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Absorbió con gentileza el humo rojo de su largo cigarro de la mejor marca. Y cuando exhaló la extraña mezcla entre tabaco exótico y droga, se inclinó hacia atrás en su asiento y les regaló una encantadora sonrisa a sus camaradas.

Ese lugar era parte de un viejo estudio de grabación, pero aún así era propio para realizar pequeñas reuniones de cortesía con compañeros de décadas atrás. Estaba demasiado oscuro. Una prostituta caminó hacia Valentino, se arrodilló ante su cuerpo y le ofreció una copa de vino tinto. El rostro de la mujer estaba magullado a golpes, al igual que parte de sus piernas y brazos. Pero esa pobre alma no parecía darle importancia, estaba totalmente muerta por dentro.

—¿Te parece bien que tratemos de matar a la araña? Esa radio perderá la cabeza y, con la mente hecha un infierno, será mucho más fácil aniquilarlo.

La jovial mujer de grandes ojos rojos y espectral sonrisa se hecho contra un sofá cómodamente. Revisó su celular entre sus manos, revisando algunas notificaciones en redes sociales. Velvet había accedido a ayudar porque el asunto se trataba de masacrar a un overlord que solo molestaba en el infierno y no contribuía en las causas o ideales de Valentino. El alfa de gafas en forma de corazón sostuvo su copa de vino con una sonrisa creída y dejó que su esclava se retirara en silencio.

—¿Los viste juntos?

Velvet soltó por unos momentos su teléfono y le dirigió una mirada curiosa a la anciana que estaba a un lado de Valentino. La reconocía por sus masacres y por ser una devoradora de demonios. También por su forma de manipular almas jóvenes hasta succionarles todo su poder y dejarlos en la ruina. Rosie era una overlord de renombre, sus planes siempre salían como lo esperaba. Pero la joven demonio la observó con verdadera lástima, esa omega tan poderosa y confiada era una sombra de lo que había sido. Porque todos sabían que cuando un alfa marcaba a un omega y luego este moría, la depresión y la decadencia era lo único que invadían sus mentes y sus cuerpos.

El caso de Rosie era distinto porque de alguna forma, Alastor se liberó de ella y rompió el vínculo que los unía. Ella jamás lo vino venir y aunque el demonio radio no había muerto, su alma estaba sufriendo un extraño efecto de pérdida y depresión que no podía controlar. Su cuerpo se estaba consumiendo, y toda la vitalidad y deseo asesino que la acompañó en algún momento se estaba desmoronando. Rosie se sostuvo la cabeza con una mano, cerró sus ojos con pesar y largó un suspiro de agotamiento puro.

Los omega morían bajo esas circunstancias y sus almas eran consumidas y tragadas por la locura de la soledad y el vacío. Estaba furiosa, repleta de rabia porque nunca pensó que Alastor podría quebrar su espíritu y romper su marca. No le quedaba mucho tiempo para poder vengarse, lo mínimo que podía hacer era asesinarlo a él y a ese maldito omega que era el causante de todo lo que estaba pasando.

Levantó su rostro hacia Velvet, sus ojos estaban marcados por unas ojeras negras muy visibles y sus labios y piel se estaban secando. Su poder jamás volvería a ser el mismo, y si tenía que realizar un acto de última voluntad, sería masacrar a la araña con sus propias manos.

—Ciertamente, mis perros percibieron el aroma de ambos en el arroyo blanco. Quería que contaminaran el agua para que no pudiera consumirla. Quise hacerle daño... pero no pudieron asesinarlos, Alastor protegió a Angel Dust con todo el poder de su alma.

Apretó su mandíbula con una ira inhumana y bajó su cabeza, conteniendo todo el odio que cargaba en su ser. Velvet desvió su mirada hacia Valentino, quien fumaba tranquilamente sin acotar nada a la conversación.

—Es una araña muy escurridiza. Si el demonio radio lo sigue protegiendo, será difícil de asesinar. ¡Es muy complicado!

Velvet era una joven omega que no contaba con la madurez suficiente como para pensar en alguna otra clase de solución que no fuera asesinar a sangre fría. Pero era difícil separarlos, ambos estaban dispuestos a iniciar una guerra y seguirían juntos para preservar una seguridad mutua. Era frustrante, el hombre radio era muy fuerte como para tomárselo a la ligera.