Capítulo 40 // 02

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Había conseguido relajarme, no mucho, pero al menos mi cuerpo había dejado de temblar como un flan. Debo admitir que las caricias de Castiel en mi cabeza o espalda había surtido un efecto bastante positivo en mí. Siempre conseguía relajarme, no sé cómo, pero siempre podía hacer conmigo lo que quisiera.

Mi cabeza descansaba sobre su pecho todavía, pero ya solamente era porque me encantaba estar en esta postura, me relajaba sentir los latidos de su corazón chocando contra el lateral de mi rostro.

Cerré mis ojos e inhalé su perfume de hombre, me encantaba su olor.

La noria seguía dando vueltas y vueltas, pero ya no me mareaba tanto por ello. Al fin y al cabo, solamente llevábamos quince minutos aquí dentro y quedaban todavía cuarenta y cinco.

—¿Estás mejor? —escuché que me preguntaba desde su lugar, pero sin dejar de repartir caricias por toda mi espalda.

Gemí en respuesta, ¿era enserio? Me estaba quedando dormida en sus brazos.

Noté como su cuerpo se removía bajo el mío y volví a gemir, pero esta vez de reproche.

—¿Maddie? ¿Te estás quedando dormida? —me preguntó confundido y con un fondo divertido, asentí sin fuerzas.

Entonces el peso bajo mi cuerpo se desvaneció haciendo que cayera sobre el sillón donde anteriormente estaba sentado Castiel, solté un quejido sobándome la cabeza cuando esta chocó contra el duro asiento. La cabina se movió ahora con más fuerza, meciéndose bruscamente debido al movimiento que él había hecho para sentarse en frente.

Rio ante mi expresión aterrorizada y al ver cómo me sujetaba a la primera cosa que pillaba cerca.

—¿Por qué has hecho eso? —dije refunfuñada intentando incorporarme, el vestido que llevaba puesto no era lo más cómodo que digamos para estar tumbada.

—No pienso comerme todo este rato yo solo —dijo divertido encorvándose hacia delante de tal manera que nuestras narices se rozaron.

Me alejé antes de que siguiera torturándome de esa manera y lo fulminé con la mirada de forma fingida.

—Que aguafiestas —murmuré para mis adentros.

Me tiró un beso juguetón desde su postura y no pude evitar sonreír por ello. Sus ojos verdes eran iluminados por la luz de la luna que ahora parecía clavarse más en nosotros, miré fijamente la luna y luego miré hacia abajo.

Para que habré hecho eso...

Abrí mis ojos a más no poder sintiendo mi pecho contraerse como cuando bajas por una montaña rusa. Adrenalina, terror y nervios. Todo eso lo sentí en el momento en que observé que estábamos en la cima, donde tirarse de aquí sería una muerte asegurada y cien por cien dolorosa.

Sentí unos dedos apretar la piel de barbilla y luego mi rostro fue girado con velocidad, me aferré a mis laterales mientras veía como Castiel me reprochaba con la mirada haber hecho eso.

—No seas masoquista —dijo lentamente, clavando sus ojos en lo más profundo de los míos—, deja de mirar abajo —continuó como si le estuviera hablando a un niño pequeño que necesita que le deletree palabra por palabra—, y concéntrate solo en nosotros —finalizó asintiendo por mí.

Tragué saliva con esfuerzo ante la intensidad con la que me miraba, poco a poco asentí intentando probar a hacerle caso y no ser como él me había descrito: Una masoquista.

Tomé una inspiración profunda mientras él se acomodaba en el asiento frente a mí, miré por encima de su hombro observando a las personas que estaban en la cabina cerrada a nuestro lado.

Un perfecto verano © (Completa, en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora