Miré por la ventana dando un resoplido, había estado todo el camino haciendo ese gesto e incluso ya me dolía la garganta. El día estaba soleado como de costumbre; en esta ciudad siempre estaba el sol fuera y también hacía un calor de los mil demonios. Supuse que lo caro que costaba la estancia en el hotel era nada más y nada menos que por aquello. El calor infernal que hacía y lo bien que se sentía tener una playa delante. No había muchos hoteles en esa playa, cosa que me extrañaba bastante pero ahora mismo mis pensamientos eran muy distintos a saber el precio de un hotel.
Mi madre me estaba llevando a traición al psicólogo, o no tan a traición, ya que me advirtió que mi castigo sería ir sin rechistar. El problema: que si yo no rechistaba, reventaba. Así que lo único que me quedaba era tirarme todo el camino suspirando y resoplando.
—Conchiles —escupió mi madre desde el asiento del conductor observando algo en la parte del volante. Me incorporé en mi sitio, no tenía ni idea de cómo me iba bajando en el asiento siempre hasta quedar prácticamente recostada sobre él.
—¿Qué pasa? —pregunté, sin realmente querer hacerlo. Mi voz sonó aburrida y cansada.
Encima de que no quería ir al lugar al que nos dirigíamos, eran las ocho de la mañana. ¡Las ocho de la mañana! ¿A quién se le ocurría llevarme a ese lugar a esa hora, sabiendo lo mala madrugadora que era?
—Nos estamos quedando sin gasolina —comentó mirando por la ventana, supongo que buscando una gasolinera.
Las esperanzas que inundaron mi corazón por un momento, pensando que quizás nos quedaríamos sin gasolina y tendríamos que llamar a una grúa y perderíamos la cita, rápidamente desaparecieron al ver que a nuestra izquierda, cruzando la carretera. Había una gasolinera.
<<Mierda>>. Dije en un susurro silencioso.
A todo esto, mi mal humor se debía a la conversación que tuve el día anterior con Victoria. Agradecía por lo menos saber un poco más de Castiel, pero el problema es que yo pensé que las cosas que descubriera de él iban a ser fabulosas y geniales, no aquellas. No problemas, inseguridades internas y demás.
Todos teníamos un lado oscuro guardado en un rinconcito de nuestro corazón, lo admito. Pero sin embargo, escuchar cosas tristes del pasado de aquella persona, sin saber porque razón, me había puesto de mal humor.
—Se vuelve el mismísimo demonio cuando está cabreado, y cuando eso pasé no te cruces en su camino. Porque cuando está en ese estado es capaz de acabar con la persona que más ama en el mundo —finalizó.
Esas palabras... sentí que fueron dirigidas hacia mí. Quizás soy una paranoica, y estaba dándole demasiadas vueltas a algo que no era para tanto. Pero cuando una sensación se interna en tu pecho y te lo empieza a taladrar hasta hacerte comprender que no te estas equivocando, realmente estas perdido. Y en el fondo yo me sentía así; perdida.
El coche se detuvo frente a una gasolinera, y mi madre salió de él para llenar el tanque. Saqué mi móvil para ver las redes sociales mientras mi madre acababa de hacer lo que tuviese que hacer.
Tenía un mensaje de Castiel:
Ayer me contó Victoria que estuviste hablando con ella cuando yo estaba jugando al vóley.
Mi corazón se aceleró. Victoria no va a decir nada. Victoria no va a decir nada. Traté de mentalizarme de que había hecho bien en abrirme con Vic y me dispuse a contestarle.
Si, estuve con ella.
Escribí y lo mandé con rapidez. Menos mal que no era en persona, porque si no mi voz ya me habría delatado.
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Un perfecto verano © (Completa, en edición)
Dla nastolatków¡AVISO! - YA PODÉIS VER EL BOOKTRAILER EN EL PRÓLOGO. Cuando me dieron la noticia de pasar un verano en el hotel de playa más lujoso de todo el país, lo único que se me pasó por la cabeza fue... Divertirme como hacía mucho que no lo hacía. Viajaría...