La luz de la luna iluminaba la mitad de su rostro y eso en vez de hacerlo ver hermoso y cauteloso lo hacía ver aterrador e imponente ante mí. Sus ojos verdes estaban puestos en mí y sentía que miles de emociones pasaban por ellos en mitad de segundos, aunque un instante después pareció espabilar y poner nuevamente un muro entre nosotros; sabía que ese muro llevaba demasiado tiempo ocultando algo que preferiría morir antes de dejarlo salir.
Las comisuras de sus labios seguían elevadas aunque parecían haber disminuido levemente y no sabía la razón de ello. No sabía la razón de que mi inspección ante el parecía haberle impresionado tanto.
—¿Qué haces aquí? —pregunté intentando sonar lo más casual posible y que mi voz no delatara los pensamientos que pasaban por mi cabeza.
Parecía como si hubiera estado esperando esa pregunta hubiera estado todo el camino planteándose en que responder.
—No has venido... —dijo sin apartar sus ojos verdes de mi azul y fruncí el ceño.
No pensé que fuera a notar tanto mi presencia ni que básicamente la estuviera esperando. Pero la forma en que lo dijo me hizo pensar en que el simplemente necesitaba que yo estuviese ahí y no otra persona. El simple hecho de pensar aquello me puso los pelos de punta.
<<Por favor, no me hagas esto>>.
—No me han dejado salir, ya te lo dije por teléfono y por cierto... ¿cómo has conseguido mi número? —solté la pregunta que corría por mi mente. Sus comisuras volvieron a elevarse.
—Tu amiga —contestó y asentí a duras penas.
Le tenía dicho a Ingrid que no le diera mi número a nadie, ni siquiera a Castiel. No me suponía un problema que él tuviera mi número pero me molestaba que Ingrid —otra vez— no me hubiera hecho caso. Un día le dio mi número a un chico en un bar creyendo que me gustaba, tuve que cambiar hasta de teléfono por los continuos mensajes que recibía a diario.
—¿Vamos? —dijo con voz —casi—suplicante señalándome el coche que estaba aparcado frente a nosotros en doble fila preparado para arrancar.
—No puedo, si ven que les he desobedecido me matarán —me excusé sin realmente querer hacerlo.
Claro que quería ir, como no iba a querer. Pero aunque me costara decirlo mis padres no me lo perdonarían jamás y perdería toda confianza en ellos.
—No se darán cuenta, ya verás —habló y lo miré pensativa.
No sabía qué hacer. ¿Se darían cuenta? Sí, no, no lo sé.
—Pero no mucho tiempo —dije y una gran sonrisa se pintó en sus labios mientras agarraba mi mano y entrelazaba nuestros dedos.
Aquel acto me pilló tan de sorpresa que si no llega a ser porque tiraba de mí hacia el coche estaría totalmente paralizada como una estatua.
Me abrió la puerta del copiloto como todo un caballero a lo que yo reí por ese gesto. Entre en el interior y el olor a aromatizante me inundó las fosas nasales. Estaba el aire acondicionado puesto y lo agradecí porque el frio era bastante intenso más al estar frente al mar ya que la brisa marina lo hacía mucho peor.
Me impresionaba bastante la locura de tiempo que hacía en este lugar puesto que el frio y el calor parecían ir de la mano en el verano y no quería ni saber cómo sería en un invierno.
Cuando el entró también y se sentó en el asiento del conductor cerrando la puerta tras él. Era un Audi a4 negro y por los asientos de cuero afirmé que su familia debería tener demasiado dinero para comprarle un coche de esta gama a un adolescente como él que apenas debía haberse sacado el carnet de conducir.
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Un perfecto verano © (Completa, en edición)
Fiksi Remaja¡AVISO! - YA PODÉIS VER EL BOOKTRAILER EN EL PRÓLOGO. Cuando me dieron la noticia de pasar un verano en el hotel de playa más lujoso de todo el país, lo único que se me pasó por la cabeza fue... Divertirme como hacía mucho que no lo hacía. Viajaría...