CASTIEL
No sabía donde ir. Era como si mi mundo se hubiera derrumbado en una milésima de segundo. No veía salida por ningún lado y estaba completamente perdido en la incertidumbre. ¿Por qué había tenido que ocurrir esto? ¿Por qué a ella?
Jamás hubiera pensado que María hubiera sido capaz de cometer semejante estupidez y casi acabar con la vida de la chica que me había devuelto la ilusión de vivir. Siempre había parecido una chica simpática, pero que no se dejaba dominar con facilidad. Pero de eso a esto... no, es qué no había por donde cogerlo lo mirase por donde lo mirase.
Caminaba de un lado a otro por el hospital, dando vueltas como un vagabundo en la calle. Mi vista estaba nublada, pero no sabía si se trataba de las lágrimas, que esta vez no me daba vergüenza derramar, o de mi malestar psíquico.
Estaba completamente perdido y solo tenía una cosa segura: esta vez haría justicia.
La gente que andaba de un lado a otro por el hospital me miraban entre asustados y extrañados. Era un poco traumático ver a un chico de tan solo diecisiete años deambulando por un hospital con la ropa manchada de sangre y la mirada perdida en el suelo.
No sabía donde meterme, no sabía si adentrarme bajo la tierra o tirarme de un precipicio. Lo que sí sabía es que mi mente estaba en un momento deplorable y dentro de poco explotaría.
Después de insistirte, rogarle y suplicarle, María me dio la dirección en la que se encontraba Maddie. Llegué corriendo, saltándome los semáforos y estando a punto de ser atropellado en diversas ocasiones. Pero en el momento en que me adentré en aquel callejón me di cuenta de qué, no solo de que ellas se habían marchado, si no qué habían dejado a Maddie inconsciente y golpeada en el suelo.
Estaba perdiendo mucha sangre y me fue inevitable no vomitar en cuanto presencie aquello. Pero eso no me impidió acercarme a ella y estrecharla entre mis brazos. Respiraba. Sí, lo hacía. Lloré como nunca, jamás había llorado en mi vida, como si una parte de mí hubiera sido arrebatada.
Tuve que correr con ella en mis brazos, gritándole y pidiéndole auxilio a cada persona que se cruzaba en mi camino. Una mujer mayor me tendió su mano y dejó que nos subiéramos a su coche para poder llevarnos al hospital. Estaba tan colapsado que lo hice sin dudarlo.
El pánico estaba instalado en cada uno de mis músculos. Ella estaba inconsciente, pero tenía muchos golpes en su cabeza y cuerpo, y me aterraban como nunca antes me había aterrado nada en la vida.
Cuando llegamos al hospital se la llevaron en una camilla y solo en ese momento, sus ojos se abrieron y se clavaron en los míos. No podía hacer ningún tipo de mueca con la cara y lo entendía a la perfección, la habían destrozado. Sin embargo, algo brilló en sus ojos y todos mis sentidos se activaron de terror al reconocer esa mirada.
Balbuceé muchos "te amo" pero ninguno fue suficiente para expresarle lo que realmente significaba esa palabra en mi corazón.
Cuando la metieron en la UCI, todo mi mundo se me vino encima.
Tenía que llamar a sus padres y entonces recordé el teléfono que los doctores le habían sacado de los bolsillos y me habían tendido.
Cuando los llamé; me insultaron, arrancaron a llorar y me maldijeron de todas las maneras posibles, mientras lo único que yo podía hacer era sentirme jodidamente culpable.
Pero después de todo, y como era de esperarse, dijeron que estarían en un segundo aquí.
—¿¡¡Dónde diantres está mi hija!!? —Escuché la voz de un hombre.
Automáticamente levanté la cabeza del suelo de la sala de espera y un hombre con los ojos rojos y el rostro encendido me miró directamente. Estaba furioso y casi creí que en cualquier momento se me echaría encima.
No tenía ningún parecido con Maddie y eso me descolocó, pero supuse que sí se trataba de su padre por la manera tan desesperada en la que me miraba.
Detrás de él había una mujer, esta si era idéntica a su hija. El nudo en mi garganta se apretó aún más y tuve que apretar mi mandíbula para no romperme delante de ellos.
—Ha entrado en la UCI —contesté con la voz enronquecida por las emociones tan fuertes que había estado sintiendo en tan solo media hora.
A pesar de ver al hombre más furioso que a la mujer, le temía más a ella. Había algo desconcertante en su mirada. Como si me odiase profundamente sin siquiera conocerme. El hombre simplemente era un padre preocupado y desesperado por la salud de su hija.
El rostro del hombre palideció y tuve que agarrarlo cuando creí que se caería desplomado. Lo llevé hasta la silla en la que había estado sentado todo el tiempo y lo senté, él apoyó la cabeza contra la pared a su espalda y respiró pesadamente.
—Robert, tranquilízate —dijo suavemente la mujer, acercándose a su marido y posando una mano sobre su hombro.
La mujer me miró con sus ojos grises y no me quedó otra más que devolverle la mirada.
—¿Qué le ha pasado? —me pregunté entonces, con la mirada más fría que jamás pude haber visto. Y menos si se trataba de la madre de la chica más dulce y noble que podía haber en el mundo.
Abrí la boca, pero las palabras no salían de mi garganta. No sabía que decir, ¿cómo se supone que se le dice a unos padres que su hija ha recibido tal tremenda paliza que está en la UCI siendo atendida por los doctores?
Esto era difícil, muy difícil.
—¡Dime ahora mismo que le ha pasado a mi hija! ¡Sin tapujos! —empezó a alterarse.
Me remojé los labios, preparado para decirlo. Jamás hubiera pensado que lo que más deseaba en el mundo, conocer a los padres de la chica que amo, sería de esta manera.
—¡Suéltalo! —dijo esta vez el hombre.
Me estaba empezando a agobiar y me comenzaba a faltar la respiración.
—Le han dado una paliza —solté cerrando los ojos, ambos me miraron incrédulos. Los entendía, ¿quién querría pegarle a una persona tan buena como lo era Maddie?—. Y está muy grave —finalicé, por lo bajo.
***
Instagram: la_mano_oculta
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Un perfecto verano © (Completa, en edición)
Novela Juvenil¡AVISO! - YA PODÉIS VER EL BOOKTRAILER EN EL PRÓLOGO. Cuando me dieron la noticia de pasar un verano en el hotel de playa más lujoso de todo el país, lo único que se me pasó por la cabeza fue... Divertirme como hacía mucho que no lo hacía. Viajaría...