Hundí mis dedos en el abrigo de lana, los pelitos que contenía me resguardaban de la fría noche. Todo a mí alrededor era oscuridad y vacío desolador. Lo único que inundaba mis oídos era el sonido de la marea relajada, los pájaros canturreando y el leve viento chocando con todo a su alrededor. Mi pelo se movía un poco, meciéndolo y tapando mis ojos.
Tomé una inspiración profunda mientras observaba como el amanecer empezaba a aparecer desde el fondo del océano. Mis pies se sumergían en la arena, siendo arropados por la tersa sensación. Una nueva ráfaga de viento me hizo temblar en mi sitio y abrazarme a mí misma con fuerza.
Sentía una cosquillosa sensación en mis ojos, que miraban fijamente el cielo estrellado. No había pegado ojo en toda la noche, y a pesar de haberme pasado todas las horas dando vueltas en la cama, a eso de las cinco de mañana decidí salir a la playa.
El amanecer era hermoso, pero aún más lo era el anochecer y me sentía nostálgica de que ya fuera a irse. El sol cada vez salía con más fuerza, venciendo a la luna y arrebatándola del cielo. Una lágrima se deslizó por mi mejilla sin poder evitarlo. La borré con más fuerza de lo normal, sin dejar que siguiera deslizándose por mi piel.
Cerré mis ojos y respiré profundo mientras abría mis brazos, dejándome llevar por la brisa marítima de la madrugada.
Di un sorbo al vaso de plástico que me había traído el doctor James, degustando el sabor insípido del agua mientras observaba cada uno de los cuadros que había sobre el escritorio frente a mí. El doctor James se encontraba sentado en la mesa de su escritorio mirando atentamente cualquier reacción de mi parte.
El olor al café que estaba sobre la mesa a un lado de la libreta abierta frente a él, inundaba mis fosas nasales abriendo mi estómago y apetito. Un bolígrafo descansaba entre sus dedos, preparado para soltar su tinta en las hojas de la libreta.
Tragó saliva aclarándose la garganta y habló:
—Una perdida nunca es fácil —dijo sacándome de balance, carraspeé intentando apaciguar el nudo en mi garganta—. Es una de las experiencias más difíciles de superar y que no todo el mundo consigue hacerlo —añadió.
Mi respiración comenzó a entrecortarse y el calor descendió por mi cuerpo causándome una sensación de agobio. Expulsé todo el aire de mis pulmones por mi boca, cerré los ojos con fuerza y luego de unos segundos los abrí, preparada para hablar.
—Mi manera de superarlo fue olvidarlo —dije con la voz temblorosa, el doctor me observó atento—. Mi mente no pudo más y explotó.
—¿Y eres consciente de lo que eso conllevó? —me preguntó, con el bolígrafo entre sus dedos. Apreté los labios y asentí—. ¿Eres consciente de que por ese motivo es que te cuesta tanto recordar? —preguntó y, a duras penas, volví a asentir.
Mi vista comenzó a nublarse por las lágrimas acumuladas, parpadeé varias veces dejando que la humedad corriera por mis mejillas. Últimamente estaba llorando mucho.
—Realmente necesito que recuerdes, necesito que lo intentes —habló intentando hacerme entrar en razón con solo una mirada.
—Pero es que yo no quiero recordarlo, quiero dejar de sentirme mal —susurré negando con la cabeza completamente cegada—. Solamente quiero eso.
—No puedes dejar de sentirte mal o superar algo que ni siquiera recuerdas —dijo con la voz firme.
—¿Por qué no? —pregunté sin entender, mi barbilla comenzó a temblar.
Suspiró y se levantó de su silla, caminó hasta llegar a mi lado. Elevé mi cabeza para poder mirarlo a los ojos.
—Porque solo recordándolo podrás asimilarlo.
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Un perfecto verano © (Completa, en edición)
Roman pour Adolescents¡AVISO! - YA PODÉIS VER EL BOOKTRAILER EN EL PRÓLOGO. Cuando me dieron la noticia de pasar un verano en el hotel de playa más lujoso de todo el país, lo único que se me pasó por la cabeza fue... Divertirme como hacía mucho que no lo hacía. Viajaría...