Bajamos las escaleras frente a nosotros, el con la vista al frente y yo observando todo a mi alrededor. Era una exageración de lugar, nunca había visto ningún otro igual —de las pocas discotecas a las que había ido, claro está—. A pesar de ser una enorme discoteca había mucha seguridad, no era la típica fiesta que se monta en casa de un amigo y empiezas a llamar gente y a comprar alcohol. No, claro está que esta tenía su seguridad y con esos gorilas en la entrada no creo que nadie quisiese saltarse las normas a no ser que te quisieras llevar la paliza de tu vida.
Había pequeños apartados en las esquinas altas donde subían por unas escaleras igual que por la que acabábamos de bajar. Estos parecían reservados demasiado glamurosos puesto que las personas que podía divisar desde aquí parecían beber champan y vestir con trajes de chaqueta y vestidos más caros que todo el hotel en el que residía.
Las luces de colores alumbraban por todos lados y me acabó mareando la bola que alumbraba el lugar colgada del techo que giraba en círculos sin parar e incluso me daba la sensación de que se iba a caer e iba a aplastar a todos los que estaban bajo ella. Creí ver un DJ en un lugar reservado para él haciendo la música como si le fuera la vida en ello y entusiasmándose de que todo el mundo bailase como locos por ella, aunque yo creo que bailaban más por el alcohol que corría por sus venas que por otra cosa.
El olor a sudor, alcohol y colonias masculinas era tan fuerte que creí volverme loca si no me iba rápido.
Mientras nos adentrábamos entre la multitud podía ver como Castiel giraba un par de veces la cabeza hacía detrás para ver si le seguía y el simple gesto de no querer que me perdiera me hizo sacar una pequeña sonrisa tonta.
Después de muchos empujones, codazos y alguna que otra gota de bebida en nuestra ropa llegamos con los demás que no parecían notar nuestra presencia. Estaban todos; Mike, Jackson, Ingrid, Victoria, Román, María, Julieta, Emily y Amanda. Aunque estas tres últimas parecían estar más en su mundo que otra cosa pero en general todos bailaban con todos.
No me sorprendió mucho que digamos el ver a Ingrid bailar con Mike de una forma... no muy bonita. Básicamente mi amiga le hacía twerk al rubio.
—¡Holaaa! —gritó Román en cuanto llegamos a ellos, no sé si fue mi imaginación o ni siquiera miró a Castiel.
Una carcajada se escapó de mis labios en cuanto se tiró encima de mí a abrazarme y el olor a alcohol me afirmó que iba un poco traspuesto. Detrás de él, Ingrid también pareció verme y dejó su "baile" para acercarse. Vi de reojo como el castaño se iba al lado de su novia y empezaban a hablar sobre algo no muy bueno, porque más bien parecían estar discutiendo.
—¡Te he echado mucho de menos! —gritó mi amiga bajo la música para que la escuchara y yo reí por la voz entrecortada que tenía. ¿A quién se le ocurría darles alcohol a estos locos?
—Sí... ya veo, ya... —dije con una sonrisa apartándola de mí. Disimuladamente observé detrás de ella como la pareja discutía como si le fuera la vida en ello. La sonrisa se borró de mi rostro al ver como María levantaba la mano frente el rostro de Castiel como si quisiera darle una bofetada mientras le gritaba cosas en su cara, las facciones del castaño estaban desfiguradas y llenas de molestia.
Sentí la mirada de Román en mí, me giré para mirarlo y un segundo después de conexión visual giró sus ojos hacía la escena donde discutían. Al darme cuenta de que —o mejor dicho, quien— estaba observando volvió sus ojos hacía mí y negó con la cabeza.
Respiré hondo.
—¡Ya que estamos todos podemos ir al reservado! —gritó Román llamando la atención de todos los presentes, e incluso la pareja dejó de discutir para asentir con la cabeza a duras penas.
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Un perfecto verano © (Completa, en edición)
Genç Kurgu¡AVISO! - YA PODÉIS VER EL BOOKTRAILER EN EL PRÓLOGO. Cuando me dieron la noticia de pasar un verano en el hotel de playa más lujoso de todo el país, lo único que se me pasó por la cabeza fue... Divertirme como hacía mucho que no lo hacía. Viajaría...